domingo, 23 de noviembre de 2008

El ‘Cheroca’ sentimental

Se conocieron en un bar del centro de la ciudad. Él tenía una pelada y un segundo libro de poemas incipientes, ella la mitad de su edad. A él lo acompañaban un par de amigos, ella estaba con dos ‘amix’. Él le sonrío y ella hizo XD. Pronto estuvieron conversando en una dimensión aparte, en una burbuja de aire que esa música escandalosa no conseguía romper. Él le habló de Morrisey y The Smiths, ella le respondió, emocionada, con un mantel de chifa que tenía de Led Zeppelin y de The Police. Él, medio borracho, vislumbró sin embargo por donde iba la cosa y le contó del poemario que tenía atorado porque estaba en un periodo ‘de prosa’ (de Prozac, más bien, dijo para sus adentros y se rió solito), ella le contó ruborizada de sus poemas, de lo que había escrito en ‘su Hi5’. Él miró sus ojos castaños, sus bucles negros y sólo dijo la verdad cuando pronunció ¡que hermosa eres!, ella cerró los ojos y antes de darle sus labios susurró ¡TKM!

Él despertó como al mediodía siguiente pensando en la chibola riquísima que se había ‘chapado’ la noche anterior y lleno de curiosidad entró a Internet y se inscribió en el dichoso Hi5 ese del que le había hablado y buscó la página donde ella había colgado sus poemas.

Hay errores y horrores pero no hay que abusar, carajo. Francamente un ¿poema? Lleno de ‘kes’ por decir ‘que’ le pareció excesivo ¿Y qué serían esas cosas? ¿gritos? ¿expresiones de rabia? ¿Y en que idioma estaban escritos?

Tomó impulso, sin embargo, en la rara sensación que le dejó la lectura y mirando la foto de ella que acompañaba los “poemas” (estaba buena, de verdad, aún con ese chullo grandazo que casi no dejaba ver que estaba en Machu Picchu) la llamó a su celular venciendo eso que le hacía odiar el teléfono y que no quería llamar timidez. Conversaron: Que como estaba, que bla, bla, bla, que había entrado a su página, que había leído los poemas: bacanes, bacanes, que tenían un montón de cosas que conversar, que se verían a las ocho. Bacán.

Comieron algo en una anticuchería y fueron luego a tomarse un trago a un bar cercano. Ya medio ‘picaditos’ y hablando de todos los temas absurdos habidos y por haber decidieron ir a caminar al malecón.

Allí, arrobado con esa sonrisita tan dulce que lo atravesaba, quiso contarle en un momento que ante la angustia de la hoja en blanco o cuando sentía el nudo horrible ese en el pecho que lo dejaba sin ideas ni palabras repetía el poema de Eielson que decía “ayúdame cielo de tinta azul…”, y quiso también contarle que había escrito un vals que un amigo suyo había musicalizado y que cantaba con sus patas cuando estaba borracho… pero le pareció cojudísimo hacerlo y siguió hablando de naderías y hasta tuvo que poner cara de intelectual y reprimir la risa cuando ella le preguntó: ¿Tú crees en el ‘Código Da Vinci’?

Y siguieron caminando por el malecón y casi sin darse cuenta se tomaron de la mano y un rato después, junto a un farolito, se abrazaron al fin y se besaron. Y siguieron besándose y besándose hasta llegar a un hotelito destartalado.
Y allí, echado sobre ese cuerpo hermoso y tibio que latía a su merced, tenso y suave a la vez, inundado de ese aroma riquísimo, ya no pensó en la luna que sonrojada se escondía ni en las estrellas que azules tiritaban a lo lejos. No. Pensó más bien que mañana temprano tendría que conectarse y chequear bien, averiguar a fondo, caray, sobre todas las satisfacciones que le podría deparar esa maravilla del Hi5.

jueves, 16 de octubre de 2008

(J)oda a mi generación

El Cholo Vallejo decía que él nunca tendría la edad de su madre. Yo, pensando en mi padre, podría suscribir esa afirmación.

Y no sólo porque siento que difícilmente llegaré a los señeros 80 de mi viejito (que ruego a Dios sean 50,000) sino porque, como Vallejo, creo que jamás tendré la firmeza, el aplomo y la seguridad de mi padre en el cumplimiento de su “misión”, la seguridad sin resquicios de duda y casi dictatorial con la que nos dominaba a todos sus hijos con una sola mirada y nos ponía a temblar, sentados a la mesa, con un leve rictus de sus labios. No, yo no. Yo, que me juego a los ‘chaplines’ y a las ‘ganadas’ en el Nintendo Wii con ese par de ‘chinitos/gringos’ preciosos que son mis hijos, para quienes debo ser algo así como su ‘punching ball’ favorito, no. Ni hablar.

Y conmigo, siento que toda mi generación: todos esos chiqui – viejos, esos niños grandes que o acabamos de cruzar el umbral de los cuarenta o estamos a punto de hacerlo y somos estos papás “melosazos” y llorones, que por cualquier cosa agarramos a besos a nuestros hijos y estamos más atentos que ellos para descubrir cual es la última del Universo Marvel o lo que ‘raya’ de la DC Comics, todos esos que a contra corriente de lo que según algunos sería “la” música de “nuestra época”, solapa y sin que nadie nos vea, nos ponemos a cantar a gritos una canción de Panda en el carro o nos sacudimos ante algún reggaetón de moda.

Es que es diferente nuestra generación: hemos vivido etapas de grandes cambios, las grandes revoluciones mediáticas y, entonces, sentimos que nada de este mundo moderno nos es ajeno

Mis más antiguos recuerdos, por ejemplo, tienen que ver con la TV, con la candida y pujante televisión en blanco y negro de mi niñez y con “los rollos” que enviaban desde Lima (con comerciales y todo) para su irradiación en Chimbote exactamente una semana después de su transmisión en vivo. Entonces un solo canal emitía su señal en nuestra Ciudad, Panamericana, y la eventualidad de viajar a Lima tenía el ingrediente espectacular de ver televisión “actual”, y mientras nuestras madres disfrutaban los más recientes capítulos de “Simplemente María” o “Los Hermanos Coraje” –que ya contarían a sus amigas en que andaba la cosa al volver a Casa-, nosotros nos gozábamos con las bromas que el Topo Gigio le hacía a ‘Braulito’ Castillo y la andanzas de la familia Robinson en ‘Perdidos en el espacio’… una semana antes que los amigos que no habían tenido nuestra suerte.

Y como olvidar esa rarísima transmisión especial -la primera en vivo vía satélite- de la llegada del hombre a la luna: recuerdo el segundo piso de mi casa repleto de familiares que habían llegado de Santa y otros pueblos cercanos para ser “testigos” de tan histórico evento. Allí, pequeñito y boquiabierto, sentado en el piso en medio de esa multitud que ocupaba el diminuto living y se desparramaba por la escalera que llegaba al tercer piso, pude ver en nuestro inmenso televisor ‘Andrea’ la imagen brillante de Armstrong, recortada contra la insondable oscuridad del espacio, brincar fuera del ‘Aguila’ mientras la voz emocionada de los miembros del panel a cargo de la transmisión retumbaba en el ansioso silencio contándonos que el gringo ese había dicho que era un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la Humanidad… en medio de aplausos eufóricos del respetable.

Y se nos cambió la vida por completo con la llegada de la TV a colores. Recuerdo que nuestro ‘Sony Triniton’, pionero en nuestro barrio de Lince, en Lima (donde ahora vivíamos) era el orgullo de la familia y motivo de reticentes visitas, que esperaban junto a nosotros la esporádica aparición de ese comercial de ‘Cristal’ que provocaba ‘¡Ohhs!’ de admiración y que era lo único que trasmitían a colores, o la emisión de ‘300 Millones’, programa dominical que llegaba vía satélite desde España a todo color y con su respectiva mancha de ‘paracaidistas’ desde la hora del almuerzo.

Y en la radio, conocimos el auge de la AM que fue reemplazada luego por la FM, que primero irradiaba una programación netamente musical y deprimente y luego se volvió el ‘main stream’ radial. Y vimos la caída de los discos de vinilo y los preciosos long plays con sus espectaculares carátulas ante los enredadores cassetes, y luego el declive de estos a favor de los CD’s, que nos juraron que eran súper resistentes, para verlos ahora ceder su lugar al MP3 y los aglutinantes I-pods. Y la música, ¡la música! Yo recuerdo haber asistido muy niño a un “concierto” de los Ángeles Negros en el Cine Premier acompañando a mis hermanas … y la presentación como primicia en alguno de estos programas –omnibus de los sábados, “Perú mil novecientos algo”, de ‘Hola Soledad’ por Rolando La Serie … pero estábamos muy chiquititos para haber gozado esos tiempos, sí lo hicimos, en cambio, con las ‘Parrandas de Panamá’ y los ‘De toque a toque’ con Willy Rendo… épocas de toque de queda con los gobiernos de facto de Velasco y Morales Bermúdez, en los que Radio Reloj te despertaba por las mañanas con el ominoso: “Con Velasco el Perú…”. ¡Ah! Pero todo eso nos lo desquitamos gozando duro en las discotecas en los estertores de los ‘Disco Years’ y luego todos fuimos ‘New Wave’ con The Cure, y los Ramones entre muchísimos otros grupos, entre ellos The Psychedelic Furs, que interpretaban el tema principal de esa peliculaza que entonces sentimos que era 'Pretty in Pink'. ¡Ah, la música! El Soundtrack de la película de mi generación va a tener canciones excelentes de The Police, Queen, Toto y tantísimos grupos... que luego fueron cediendo su lugar a otos de corte más simplón y apresurado, que nos tuvieron a todos pacharaqueando duro, bailando como cojudos la cosa esa del 'Meneito' o viendo ateridos el nacimento y auge del ‘Techno’.

Pero estoy olvidando momentos importantes ¿verdad? Como no mencionar las películas que vimos, la trascendencia que tuvieron en mi generación ‘Grease’ o ‘Fiebre de Sábado por la Noche’, el estreno en cine (¡en el cine ‘Ambassador’ de Lince!) de ‘The song remains the same’ de Led Zepellin o ‘The Wall’ de Pink Floyd … o las bajadas con los ‘patas’ (¡chibolo, caray!) al No-Helden, ese supuesto “Templo” de la música ‘subterránea’ donde las chicas de puro contestatarias que eran no te podían decir que no. Y mi ‘grupo’, mi excelente Banda “J.B.” que “suena mejor cada día” y que el mundo se lo perdió, pues, que lástima… aunque vivirá por siempre dentro de los cuatro chibolos conchudos que hacíamos renegar al pobre tío Sifuentes cada vez que íbamos a alquilarle, resaqueados, esos instrumentos que no teníamos ni la más puta idea de cómo tocar.

Pero tanto devenir, tanta vivencia y tanto cambio también ha dejado su huella negativa en mi generación: casi todos vivimos al amparo del Tioctán y la Hepabionta, el Agarol o el Dulcolax y muchos sufrimos el estrago del colesterol alto o la diabetes. “Es que hemos comido harto ‘Chizitos’”, me dice alguien. Tiene razón. “Es que antes de nosotros la gente no se malograba tanto” me dice otro y también le creo: sobre todo cuando recuerdo nuestras derrapadas por ‘La Cárcel’ o ‘La Resaca’ en Surquillo y los pavorosos “una y una” que preparábamos en casa, es decir, una botella de ron ‘Cartavio’ mezclada con una botella de gaseosa ¡familiar! … ¡no ves que antes no existía la de ‘litro’!

Y allí vamos, allí va mi gente: viejos en nuestras vivencias pero amarrados de pico y patas a esta modernidad que hemos propiciado y parido… y con más pilas para vivirla que el conejito de ‘Duracell’… ¡Si yo también tenía mi máscara de ‘Darth Vader’ en el colegio!

Por eso, cuando en alguna Discoteca o, paradójicamente, en una de esas fiestas con música ‘de los 80’s’, algún mocoso faltoso, con los bríos y la desfachatez que le da la juventud, pretende adueñarse de todo y descalificar a la gente de mi generación que quiere disfrutar esa música que le hace hervir la sangre, provoca decirle: “Hazte a un lado, chibolo, que este tema es mío… y más respeto con mi generación, compadre: que nosotros al menos ya vimos a la Selección en un Mundial… ¡y dos veces seguidas todavía!”.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Si Dios fuera Chimbotano

(En esta columna admiramos -mucho- a César Hildebrandt … así que no nos hacemos demasiadas ‘paltas’ por copiarle una simpática ocurrencia al excelente periodista y “aterrizarla” en nuestro Chimbote querido)

Si Dios fuera Chimbotano…

-‘La Gata’ habría escrito sus memorias.

-‘Olluco’ no habría terminado de tejer “sus redes”.

-Estuardo Díaz sólo sería la mejor Drag Queen que pasó por nuestras tierras.

-La secundaria completa sería requisito ineludible para ‘entrar’ al “negocio” de la pesca.

-Los únicos apuros de ‘la Vicky’ serían preparar el almuerzo y terminar de leer su ‘Vanidades’.

-Noel Electo sería recordado por sus jugos surtidos nada más.

-El Chino Koo Chía sería de una vez y sin tapujos un comodísimo y refrescante calzoncillo.

-Gibe Armijo habría sido devorado por la jauría de perros chuscos que le hace la guardia.

-El ‘tío Challe’ hace rato se habría convertido en urinario.

-El Chato Valentín sería la estrella máxima del Circo Montecarlo.

-César Álvarez sería el administrador del 'Tres Cabezas'.

-“Animador de Huascas”, “Jalador de ‘Hembrichis’” y “Comprador de ‘vaina’” no serían oficios socialmente consentidos en nuestro puerto.

-Guzmán Aguirre y sus andanzas sólo serían fruto de la imaginación de Juan Ramón Jiménez.

-‘Papelito’ cumpliría su función en el baño de la zona VIP

-Los Historiadores sabrían de Historia.

-Los Poetas escribirían poesía.

-El ‘Anti – Cristo’, el apóstol ‘Bamba…’, no habría sido inmortalizado en el mural de la Catedral sino en el Museo de la Santa Inquisición, vistiendo el vergonzoso 'sambenito' de los herejes perjuros.

-Víctor Manuel entregaría factura por tooodos sus “servicios” y sería ‘Prico’.

-Los funcionarios del Gobierno Regional no necesitarían diccionario para leer ‘Condorito’.

-Las únicas aguas que se llevarían los trujillanos serían las de la bahía de ‘cacapulco’.

-El diario de Trujillo vendría en versión ‘doble hoja’.

-Las ‘fábricas’ lanzarían sus gases mortales hacia sus oficinas administrativas.

-La seria y comprometida “prensa” chimbotana se repartiría con total orden y disciplina las esquinas de la Avenida Pardo para atender a sus ‘clientes’.

-El tema ecológico no estaría tan, pero tan verde.

… Continuará

martes, 8 de julio de 2008

Eréndiras de la vida

Ayer me volví a acordar de la cándida Eréndira: aquella pobre niña que en la increíble y triste historia de García Márquez es obligada a prostituirse a miles y miles de hombres por su abuela desalmada. Luego de años de esclavitud a manos de esa horrenda mujer (uno de los personajes más perversos de la literatura universal), Eréndira es ayudada a escapar por Ulises, un eterno enamorado de ella. Al verse libre, Eréndira corre y corre, huyendo ya no de la abuela ahora muerta sino de todo y todos, también de Ulises, en busca de su (verdadera) libertad.

Ayer volví también a comprobar como la vida puede torcernos el alma para siempre.

Por diversas razones, conozco de hola y chau a una de esas chicas que con mil eufemismos llamamos en Chimbote “amiguitas”, “compañeritas de viaje” y otras cositas más para no decir prostitutas: chicas lindas caídas de la gracia (económica y/o “moral”) de la vida que con el “préstame” por delante y el sudor de sus jóvenes caderas pagan sus gustos y obligaciones. Conozco a la niña en mención, decía, pero no de los fragores de algún encuentro pélvico (que, la verdad, antojan sus apetitosas carnes) sino más bien de las referencias de ‘amigos comunes’, que me contaron tempranamente de su blanda moral y su cuerpo 'durito'. Estos mismos amigos me hicieron saber, también, que la nena había ingresado a trabajar recientemente a la oficina local de una empresa de telefonía celular. Todo un ascenso en la vida, pensé luego, cuando me visitó y convenció para la compra de un equipo. Lamentablemente, aunque el trato amable y una sonrisa que parece natural son su carta de presentación, es indudable que no ha perdido las costumbres de puta.

Su profesional zalamería para la venta desaparece de golpe una vez terminada la transacción (¡que pase el siguiente!) y la atención que uno espera para resolver una consulta o atender, ¡señorita, por favor!, algún justo reclamo, es sencillamente inexistente… y ni se te ocurra llamar al teléfono que antes te molestaba día y noche porque como buena rentista A-1 del amor mercenario sencillamente atiende a quien quiere y cuando quiere. ¡La manía “comercial” que se le ha pegado!
La verdad, yo no sé que hace en esa Empresa, quizá algún estúpido desprevenido, encandilado con sus maneras de cortesana del mercado modelo, tenga que ver con su permanencia en ella (ya se sabe que la imbecilidad y el puterío juegan en pared), pero mucho cuidado, mucho cuidado con la atención a sus clientes … alguna señora o señorita ejecutiva haga algo, por favor, no vaya a ser que como en el cuento de ‘Gabo’ nuestra ‘putica’ también salga huyendo sin mirar atrás… pero cargando con equipos y dinero en efectivo.

martes, 1 de julio de 2008

Tu nombre me hace daño

Desde el lejano 1872, cuando Juan Gilberto Meiggs trazó junto a su hermano Henry el plano de lo que sería la futura ciudad de Chimbote en los terrenos que había comprado 2 años antes por 200,00 soles, la amplia calle allí señalada como su vía principal, la llamada ‘Alameda’ (visionariamente diseñada con 80 metros de ancho que sorprendieron al mismísimo Raymondi), bautizada luego como ’Alameda Pardo’ y finalmente ‘Avenida Pardo’ en memoria del presidente José Pardo y Barreda, quien nos reconoció la categoría de Distrito, ésta, nuestra calle más importante, ha constituido siempre un punto de referencia obligado y motivo de remembranza y nostalgia para todo chimbotano, y podríamos decir sin dudas que sus amplias calles han sido la escenografía principal de nuestra corta historia. La Avenida Pardo cobija no sólo a la Plaza de Armas y la Iglesia de San Pedrito sino que allí también se llevaron a cabo las primeras ferias en honor del santo Patrón y hoy en día siguen siendo el lugar donde se reúne nuestra población para celebrar las fiestas patronales y las de la patria, y ningún desfile o pasacalle puede llamarse importante sino recorre alguna de sus más de 60 cuadras, que la convierten en la única Avenida inter - distrital de nuestra Provincia.

¿A que, pues, tanto desamor con nuestra Avenida?¿Por qué además de llenarla de basura y “huecos”, de focos quemados y hierba mala se pretende cambiar su nombre, quebrar su chimbotanísima esencia y borrar su historia así como si nada?

Su desamparo viene de siempre, como todo en Chimbote, pero el gran descalabro se dio en 1979, cuando tras la muerte del ilustrísimo hijo de Trujillo, noble varón y caballero, don Víctor Raúl Haya de la Torre, padre putativo del ‘apra’ (grupo humano ideológicamente arropado por la genialísima teoría de ‘las 5 puntas’) y autor intelectual de los desgobiernos de don Alan García Pérez, algún zamarro alcalde, de esos que nos suele endilgar el partido liberteño (y que acostumbran desfilar uno a uno por Cambio Puente), no tuvo mejor idea que ¡claro! cambiar el nombre de nuestra Avenida Pardo por el del dueño de sus desvelos ¡faltaba más! Y así como un día le falló el litio a don Alan y decidió estatizar la banca, así Chimbote amaneció un día sintiéndose más huérfano que de costumbre, más satelital que nunca, y supo que, al igual que los muchos Macondos que lo rodean, le habían regalado de golpe su propia y particular calle Víctor Raúl. ¡Y nada menos que su Avenida principal!

(Y en ese punto muchos nos preguntamos entonces a que debíamos semejante honor. Y sobretodo porque re - bautizar a nuestra principal vía con el nombre del sujeto de marras. ¿Recordaríamos al valiente luchador social perseguido por Odría o al que -todo sea por el “poder”- se unió a él en la relación contra-natura esa del APRA – UNO?¿al político honrado o al mantenido del narco traficante Carlos Lamberg? ¿al presidente de la asamblea constituyente de 1979 o al que “la firmó” ¡milagro del Señor! venciendo al rigor mortis?, en fin ¿recordaríamos al ‘machazo’ que encabezó la revolución de Trujillo o al descocado “Lucy” que junto a André Coyné levantaba ‘fletes’ en bares de ambiente? No nos quedó claro la verdad. Como tampoco nos queda muy claro hoy en día por que en su tierra natal no cambian el nombre de alguna calle importante por el su hijo predilecto, Don Víctor Raúl. ¿Por qué será, no? ¿Y porque nosotros sí lo aceptamos, ah? … ¡Ah, claro, por eso!)

17 años tuvieron que pasar y en 1996 el APRA dejó la Municipalidad Provincial del Santa y la cordura volvió a nuestra comuna y la Av. Pardo volvió a su nombre original ... eventualmente porque, tras los primeros gobiernos de Guzmán Aguirre, el otro … congénere de Haya de la Torre, el coqueto Estuardo Díaz volvió a cambiarle el nombre a nuestra Avenida, y aunque la actual administración haya corregido sus desmanes y la Avenida Pardo sea hoy en día nuevamente la Avenida Pardo, una sombra siniestra acecha a los chimbotanos y la probabilidad que la imbecilidad y el latrocinio vuelvan a regir el destino de Chimbote y nuestra principal arteria vuelva llenarse de delincuentes y maricones al influjo de algún epónimo mentor no parece muy distante.

Es un tema espinoso el de los nombres de las calles en nuestra Ciudad y en él -más que en cualquier otro- nos damos cuenta de cómo y cuanto le faltan chimbotanos a Chimbote: mientras seguimos esperando algún reconocimiento de parte de la Comuna al Padre de la Educación chimbotana, Don Carlos Salazar Romero, o a don Pedrito Nolasco, el llamado “primer poblador de Chimbote”, y está fresca aún en nuestra memoria toda la resistencia que hubo para agregar al nombre del “estadio olímpico (sic) municipal” el de nuestro deportista más destacado, Don Manuel Rivera Sánchez, vemos sin embargo que existe toda una urbanización denominada “Banchero”, cuando el aporte de dicho personaje a nuestra tierra es más que discutible.
Así estamos en Chimbote, y en este estado de cosas a Martincito no le cabe duda que dos “engreídos” de esta página, el ubicuo ‘Mongólico’ y su tutor, el verdadero “lobo vestido de cordero”, el nefasto ‘Anti-Cristo’, deben estar ya ideando como proponer a nuestras ‘lobotomizadas’ autoridades nuevos nombres para nuestras calles y Avenidas: “La Avenida del Olluco”, sería una de ellas, sin duda, brindando justo homenaje a los tubérculos andinos o “El jirón del Árabe”, por supuesto, en reconocimiento del importantísimo aporte morisco a nuestra tierra. Es que ellos… ellos son así, pues.

martes, 13 de mayo de 2008

¿Diez años no es nada? (A propósito del Aniversario de 'Ponte Al Día)

“Sentir (…) que veinte años no es nada” canta Gardel, con esa voz que cada día es mejor, y no deja ninguna duda el ‘Zorzal Criollo’ allí en glorioso blanco y negro de 1935 sobre la cubierta de un barco que se aproxima todo emoción y sentimientos al Buenos Aires querido.

Y si veinte años son nada, ¿Qué serán diez? La mitad de nada, menos que un suspiro, nada de nada.

Y sí, pues, si se trata de la emoción y los sentimientos, diez años no es nada… pero si debemos hablar –como es el caso- de publicar una revista durante ¡diez años! ¡en Chimbote! la cosa cambia… y como.

Si Dante decía que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, nosotros deberemos decir que la historia editorial, la historia “de las revistas” en chimbote está tapizada de primeros y únicos números, de partidas de couché y paradas de bulky, de semanarios que se volvieron anuarios, de compendios sin sentido de fotos viejas y mermelada, y sobre todo de esas “revistas publicitarias”, es decir, mamotretos repletos de publicidad sin nada que leer y por lo tanto sin ninguna razón para siquiera hojear, donde algunos ingenuos son estafados con el cuento del gran tiraje y la gran lectoría. Basta recordar el (triste) ejemplo de hace algunos meses nomás cuando apareció en couché y a todo color una “revista” de ese tipo que pretendía perpetuarse en el sector: apareció, se le vió una vez y… y… hasta el día de hoy ‘naca la pirinaca’. Habría que recordarles a esos “comunicadores” el peruanísimo dicho que “sólo una vez se capa al chancho” o mejor, que los imbéciles no nacen mes a mes.

Es que el tema del contenido es importantísimo. Nuestro Chimbote, con sus “intelectuales” primariosos y sus “poetas” que pergeñan libros de dizque “poesía” con ¡diccionario incluido! (es verdad, no se ría) y una población reacia a la lectura, debía tener un medio ágil y moderno, lejano a los soporíferos informes y pesadas denuncias periféricas de otros medios que ni decían nada ni eran siquiera leídos. ‘Ponte Al Día’ desde su primer número apostó por un estilo coloquial y directo que finalmente –hablan nuestras páginas- puso el dedo en la llaga con más valentía y claridad que muchas de esas fábricas de mermelada mal llamadas “medios de comunicación serios”. A mayor abundamiento ahí está nuestra página web, que mes a mes publica digitalmente sólo el material de lectura, el contenido “neto” de la versión “física”: el saldo resultante es pura información que rezuma chimbotanismo comprometido, lectura de la buena. Y sin publicidad.
Y quien lo dice sabe de que habla ¿no, vil? Desde los lejanos tiempos de ‘El Reportero’ con ‘El Emperador’. ¿Qué diría ‘El Emperador’ ante estos 10 años? “Alzad, re - vil, vuestro vaso y bebed esa sustancia ambarina que tanto os aloca” –diría probablemente. Y ya en ‘Ponte Al Día’… ¿qué será de la ‘Conchita’? Ah, Conchita, chibola loca que yo imaginaba riquísima, idéntica a la cantante principal de ‘The Corr’s, pero con maneras de tramposa chimbotana y un cuerpazo de demonio, que paraba “peleándose” (comillas, por supuesto) con la tía no se cuantos y contaba sus travesuras y no se perdía una porque ‘Una noche es una noche’ decía -y titulaba así su columna. ¿Qué será de la Conchita, caray? Seguramente ya estará “tía” y con algún crío -porque ese es el final, el ‘tate quieto’ de todas las pendejitas- y se llenará de nostalgia recordando y se le aguarán los ojazos pero, caballero nomás, alzará su vaso y dirá como el riquísimo jamoncito ese de la Fergie que ‘big girls don´t cry’ y dirá salud también por este décimo aniversario. Y ni que decir del “Chimbote 2030” que se nos viene encima … y sí pues, 10 años no son ni miércoles … y aquí estaremos para los que vengan ¿no, vil? Pero hoy, hoy déjame brindar por el tiempo transcurrido, por toda la tinta derramada, y levantar la copa de vino que me imponen la salud y el clima… y levanta tú también tu vaso (de ‘chela’ seguramente), mi querido “cochis”… pero ‘rayao’, compadre, que te lo mereces. Salud.

lunes, 5 de mayo de 2008

Los perros del pantano

La bruja, la madrastra malvada de Blanca Nieves, se acercaba al espejo en brillante technicolor años 40 versión Walt Disney y le preguntaba golosa: “Espejito, espejito … ¿Quien es la más bella?” Tú, mi reina, tú, le contestaba a la doña la cara blanca medio cachosa del espejo mágico, diariamente… hasta el día en que a Blanquita Nieves se le ocurrió crecer, se puso buenísima … y ya conocemos la historia. “Espejito, espejito… ¿Cómo va mi gestión?” Pregunta por estos lares el enano ‘tontín’ a su televisor de lunes a viernes desde las 6 y media hasta las 7 de la mañana y el coro de muertos de hambre responde a una sola voz: Bacán, tío, eres lo máximo, Álvarez una porquería y que siga la maleta y la mermeladaza diaria que hay más espacio para publicidad. Sonríe entonces la menuda cabecita y se siente feliz y realizado con su diálogo de sordos en esta ciudad de sordos, ciegos… y sobre todo mudos, donde hace rato cualquiera hace lo que quiere, se lo bendicen los mototaxistas que se hacen llamar “periodistas” y se lo aplaude nuestra pobre plebe ignorante, dichosa de vivir en una ciudad que es ¡lo máximo, caracho!

Que pica, que rabia y que pena da ver tanta comparsa, tanto silencio cómplice, tanta falta de conciencia en nuestro pueblo y en esa cosa viscosa que quiere llamarse “su prensa”. Y que envidia da ver en cambio dignos ejemplos de organización y movilización social en defensa de sus derechos. Ejemplos como el de los valientes pobladores de La Perla, en el Callao, que se oponen a que les coloquen frente a las narices el colector de la caca de todo Lima. Y es que no quieren que les llenen la vida de mierda, pues. No quieren que les pase lo que pasó al sonriente Chimbote, que de tanta caca que le tiraron le crearon una cordillera fecal submarina allí nomás frente a su turístico malecón, en la tristemente célebre ‘bahía de cacapulco’, donde crecen gordas y felices las riquísimas lisas y se despliegan despreocupados restaurantes y ‘chupodromos’ convenientemente perfumados por el penetrante olor a heces. Y sonríe Chimbote y se mata de risa al ver la humareda asesina de sus plantas pesqueras allí nomás en medio de la ciudad ¡Y que vengan las infecciones respiratorias y los cánceres, carajo! … ¡Si las fábricas dan trabajo! ¡ese es el costo de la modernidad! ¿O que querían? ¿progreso y pulmones limpios? ¡Que tal concha!, dice casi indignado algún imbécil que pretende ser el espíritu encarnado de nuestro ventrudo presidente de la república, que ha tomado la bandera del liberalismo económico más radical y deslenguado y ve perros de hortelano en cualquiera que se oponga a sus remozados ímpetus, a su nueva intolerancia dizque “modernista”, que permite que se construyan edificios de palitroque y se encarcelen sin mayor trámite a ecologistas y universitarios discrepantes.

Algo de esa “modernidad” -su tufillo más ignorantoso- hay en los apuros por destruir los pantanos de Villa María. Demás está recordar la importancia que tiene esta área verde para nuestro súper contaminado Chimbote. No sólo porque constituye un verdadero ‘pulmón’ de nuestra Ciudad sino porque es también el habitat natural de una fauna de garzas, gallinetas y aves migratorias cuya sola contemplación nos reconcilia con la vida misma y nos reencuentra con la naturaleza en medio de esta urbe industriosa y contaminada, sucia y desaforada. Pero no, pues, a que tanto pajarraco… -clama algún animaloide- ¡que venga mejor la modernidad con su veloz autopista de 2 carriles por lado! … ¿no se dan cuenta de su importancia?¿de lo rico que va a ser pasar por esa chacra desolada a toda velocidad? –rebuzna un tipo, al que sólo identificaremos con el apelativo (demasiado revelador, temo) de ‘el apestoso’, desde un par de hojas -que no llegan a la categoría de pasquín- con más errores ortográficos que cuaderno de niño de inicial.

Y nadie quiere aquí hacerle el juego a esos sinvergüenzas que se han llenado los bolsillos creando ONG’s e Instituciones para “defender los pantanos”. Basta ver el resultado de su “esfuerzo”, el destino final de los aportes recibidos: han permitido con su inacción y su desgano la destrucción casi total de los humedales por políticos estúpidos respaldados por una población ignorante y por quienes -como ellos mismos- debieron hacer algo y no hicieron nada.

El tema ecológico en una ciudad tan contaminada como Chimbote, entendamos de una vez por todas, no sólo no es cosa de tomar a broma o a la ligera, debe convocar el mayor de nuestros respetos, lo mejor de nuestra inteligencia, por que en él –literalmente- se nos va la vida.

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-Papi… ¿Y es verdad, como dice la abuelita, que antes - antes la entrada a Chimbote eran puros totorales?

-Claro, hijo -dirás raudo en tu auto, despeinándote casi, el rostro recortado sobre las columnas de humo de las fábricas- y hasta habían una garcitas chiquitas, bonitas… y gallinetas nadando en las lagunas ¡y también gaviotas volando en bandada sobre el río! –sonreirás recordando, emocionado.

-Anda, papi … ¡eso sí que no te lo creo! –te dirá incrédulo y deberás sonrojarte.

Que vergüenza, Dios mío. Que vergüenza.

viernes, 25 de abril de 2008

Una falta sin fondo

El pasado 15 de abril nos dolieron ya 70 años del mundo sin Vallejo. Se murió a los 46 años un viernes santo a las 9 y 20 de la mañana, no un jueves como ‘tenía ya el recuerdo’ pero sí con aguacero. Y se murió sin que los médicos supieran bien porqué, como constó en el parte clínico. Luego confirmaron que se murió de miseria, de pobreza: de aquella que le hizo rebrotar un paludismo de 20 o 25 años atrás, dada su debilidad extrema.

Y ya vivía de ilegal entonces en París de donde había sido expulsado por indeseable, por comunista, e intentaba infructuosamente (pese al éxito editorial de su “Rusia en 1931”) que su editor en Madrid le publicara algún otro ensayo periodístico o alguna de esas obras de teatro “comprometido” que escribía, pero nada: hasta su hermoso ‘Paco Yunque’, hecho a pedido, había sido rechazado “por ser muy triste”. Y sin embargo sería esta etapa de hambre y miseria en la que su irredimible espíritu poético escribiría esas maravillas de la literatura universal que conformarían luego sus “Poemas humanos” y su precioso canto revolucionario: “España, aparta de mí este cáliz”, pero "A qué escribir poemas” -decía Vallejo- “¿Para qué y para quién? ¿Para el cajón? Ya no puedo más con tanto cajón. . . "

Y así se fue Vallejo, ‘El cholo’ Vallejo, "El más grande poeta universal después de Dante" según el crítico norteamericano Thomas Merton, con la mitad de su obra poética a ser publicada póstumamente y a quien el Perú conoció en toda su dimensión recién veinte años después de su muerte gracias a la difusión que de él hiciera el poeta francés André Coyné, ex – amante de César Moro. Así se fue Vallejo y descansó por fin de su “incomodidad”, de su “agudo malestar” –como recordaría su viuda Georgette- del deseo permanente de hacer algo por aliviar “los problemas que más atormentan a la humanidad avasallada y sufrida”.

Él mismo reconoció que fue tempranamente, a sus 19 años, al conseguir un puesto de oficinista en la hacienda azucarera ‘Roma’, que el contacto con el sufrimiento de los más de 4000 peones que allí desfallecían en semi esclavitud, hizo germinar en él el deseo de luchar por los desposeídos del mundo, por los que más sufren. Y es precisamente por este “agudo malestar” que le castigan la vida y el Perú, el Perú y la vida. Porque Vallejo sufre por los que menos tienen y sufre él mismo ese destino.

Punto importante en la larga cadena de injusticias que forma su vida se da en 1920, cuando es encarcelado por 112 días acusado falsamente de incendiario, dada su temprana fama provinciana de ‘contestatario’, cargo que lo marcaría para siempre y del que fue “revindicado” recién en setiembre del año pasado por el vallejiano Dr. Francisco Távara, Presidente de la Corte Suprema.

Y estas injusticias también alcanzaron su obra literaria que fue increíblemente maltratada por el círculo literario limeño. Clemente Palma, entonces el crítico más importante, que ya había calificado de mamarracho el poema “El poeta a su amada” lo ninguneó y ridiculizó a su antojo: "¿Ud. cree señor Vallejo que colocar una imbecilidad encima de otra es hacer poesía? Mejor olvide la poesía", le dice sin tapujos el autor de ‘Los ojos de Lina’ al más grande poeta de nuestra historia. Pese a todo Vallejo consiguió publicar en 1919, su “Los Heraldos Negros”, después de esperar en vano ¡un año! por el prólogo de Valdelomar (¡Que pasó, ‘Conde?). Y a la aparición de su magistral ‘Trilce’ (llamado así según algunos por los 3 soles que costaba su impresión y según otros por un juego fonético entre TRIste y duLCE), el desatinado comentario de Luis Alberto Sánchez: “¿Porqué Vallejo ha escrito ‘Trilce’?. ha lanzado un libro incomprensible y estrambótico. Pero ¿por qué habrá escrito ‘Trilce’ Vallejo?”, aunque no sorprende tamaña grosería en quien fue tan cabal desconocedor de la literatura.

¡70 años han pasado ya desde Vallejo! El ejemplo máximo del poeta triste y depresivo: “Nunca he visto un hombre que pareciera más triste” dice Ciro Alegría, su alumno de primaria en su hermoso “El César Vallejo que yo conocí” y que sin embargo es recordado por sus ‘patas’ de la bohemia trujillana, Antenor Orrego y Juan Espejo, como “bromista y juguetón, como un niño”. 70 años del hombre que según un cuento de Bryce fue dibujado por Picasso no porque era su amigo sino por su “cara rara”, su rostro andino tan diferente al de todos esos europeos. 70 años del hombre que inspiró los epígrafes de “El reposo del guerrero” de Christiané Rochefort y de Sábato en ‘Abaddón el exterminador”, del que inspiró a Wim Wenders en el cine y hasta a U2 en la música. 70 años en suma del hombre que con toda la rabia y tristeza contenida, nos dijo para siempre que si vence al fin la injusticia:

niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Y es que aunque han pasado ya 70 años, aquí, hoy y ahora frente a este teclado rebelde … ¡Poeta, nos haces una falta sin fondo!

domingo, 23 de marzo de 2008

Arroz con chancho

Tengo un amigo … o perdón, esa es una categoría temeraria en este caso … así que recomenzaré diciendo: conozco a una persona -a quien identificaré en adelante como “J”- protagonista de una historia que suelo contar como ejemplo de como entienden algunos “la amistad”

Pues bien, para entrar en tema diremos que ya la pasaba mal “J” cuando ocurrió la anécdota que nos ocupa. Mal económicamente, diría él: sin oficio que desempeñar ni beneficio que disfrutar iba dando tumbos por la vida prendiéndose de cualquier cachuelo que le permitiera salvar el día. Pero si le iba mal económicamente aquello no desesperaba al buen “J”: “en cambio me va muy bien ‘socialmente’” decía con la voz de elefantito estreñido que le adorna, y con eso se refería al triste papel de ‘animador de borracheras’ “finas” que tenía como ocupación principal: esponja humana del conocimiento ajeno, chismoso de primera, maletero de temer, se ganaba la “huasca” contando a sus “amigos” (el grupo de empresarios que lo “contrataba” como payaso) las cosas que no sabía, los chistes que con aplicación memorizaba, la desgracia real o inventada (pero con seguridad aumentada) de la honra ajena. Y era un vacilón su vida, se decía, gozando de lo lindo con sus “amigos” .

Bueno, pues, dice el tango que “contra el destino nadie la talla” y siguiendo las vicisitudes de la vida le cupo a “J” hacerse de una obligación mayor. Sí, señores, el buen “J” se casaba. Y se casó. Y tuvo un hijo. Los memoriosos recuerdan que en las noches que siguieron contó un millón de chistes, aprendió e intercaló en sus conversaciones las últimas técnicas de submarinismo y lo más reciente del mundo financiero, disertó sobre física cuántica, la papisa Juana y el ‘equilibrio de Nash’, dio, allí ante el corro de sus “amigos” que rodeaban whiskys, gines y vodkas, discursos magistrales sobre literatura escandinava, los mundiales de fútbol y lo ultimito de la política internacional … pero nada: la satisfacción que le daba el entretener a sus “amigos” en esas noches tan ricamente rociadas sólo duraban eso, aquel momento. La sonrisa de “J” se volvía una línea recta en su cara al volver a casa, al volver a ver la mano estirada de su esposa, al escuchar nuevamente las palabras leche, pañales, almuerzo … ¡que no se vive del aire, haragán de mierda!

No tuvo, pues, más salida “J” que buscar trabajo, traicionando sus “principios”, como me confesó él mismo. Como “J” no era tonto recordó el viejo adagio que conoce muy bien el mongólico de la administración pública chimbotana: “El que tiene padrino se bautiza” , así que restregándose las manos acudió donde su ‘patazazaza’, “R”, el hijo de un muy importante armador pesquero que le daría trabajo sí o sí … ¿No habían compartido tantas noches de tertulia juntos? ¿No era su pata del alma?.

El aire acondicionado tan frío hizo carraspear a “J” más que los nervios y allí, delante de un capuchino con su chocolatito más que le trajo una secretaria bellísima le contó a “R” que estaba jodido, hermano, que lo ayudara, que le diera una chambita, que iba a ser su hombre de confianza, sus ojos.

“R” miró seriamente esta vez a “J”, sacudió la cabeza y su mirada se llenó de una lástima insondable, de un cansancio anterior a los tiempos. Suspiró y por fin habló:

-“J” … “Jotita” …. ¿Cómo me puedes pedir eso? –dijo y de pronto la indolencia se volvió maldad:- ¡Yo no te puedo dar trabajo!: ¡Nosotros somos amigos! –y agregó desde la ruma de sus millones al pobre “J” que no tenía donde caerse muerto:- ¡NOSOTROS TENEMOS QUE CRECER JUNTOS!- sonriendo ahora, feliz, generoso.

“J”, que todavía no había almorzado, se quedó de una pieza, pasmado ante tal revelación… Y ante lo que cualquiera hubiera optado por una dignísima retirada con mentada de madre incluida, él opto por ponerse de pie y estirar los brazos suplicando un abrazo, llorando casi. Gracias, gracias, hermano: no lo había visto así ¡Por eso era su pata del alma, por eso lo quería tanto, caray!.

Y desde entonces esa ha sido la última vez que “J” ha molestado a sus importantes “amigos” con temas tan pedestres y simplones como la ayuda, el apoyo y la solidaridad. Y allí va él, a salto de mata, haciendo magia para alimentar a su familia … sin descuidar a sus adorados “amigos”, esperando con expectativa la llegada de sus cumpleaños y la de sus hijos para pedir un préstamo y esmerarse con un regalo… total para eso nos tiene a sus “menos” amigos (me incluyo). Y ya vendrá su gran momento, piensa entusiasmado, arrinconado en una esquina de esa fiesta a la que le han permitido ir para contar algunos chistes y los últimos chismes, ya encontrará su lámpara maravillosa y “crecerá” a la altura de sus “amigos”, sueña: Bárbara Eden brotando de una botella de chela. Cualquier rato, gordito.

sábado, 22 de marzo de 2008

The last days of pisco

El título, por supuesto, es un guiño a la película “The last days of Disco”, que protagonizan las muy apetecibles Kate Beckinsale y Chloe Sevigny, y no pretende preludiar alguna perorata en contra del excelente momento por el que pasa nuestra deliciosa bebida de bandera. El título, querido lector, quiere más bien dar pie, en esta página de confidencias e infidencias, a la historia de un amor breve pero tormentoso entre este pechito y el mejor fruto de las vides.

Antes que nada debo decir que no fueron fáciles nuestros primeros encuentros: primero debimos quitarnos de la boca el sarro del licor ese que preparan don Alfredito Mayorga y otros afanosos allá por tierras morinas. Tuvimos que aprender que existían uvas pisqueras y otras que no lo eran, y tuvimos que –deliciosamente- descubrir sus variedades de puro, italia, acholado y mosto verde … y porqué a los tres primeros –“bombas” mediante- se les conoce como caballero, señorito y mechador. Y descubrimos que con el Pisco podían prepararse delicias como el Pisco – Sour o la Algarrobina … pero siempre nos pareció un sacrilegio eso de mezclarlo, y lo disfrutábamos puro en nuestros sabatinos “acholamientos”, con más arrobos y pasión que cualquiera.

Y así estuve, perdido primero entre Queirolos y Ocucajes, y totalmente deslumbrado luego con los Gran Cruz, Tres Generaciones y la maravilla de los Viejo Tonel, feliz como una lombriz. … hasta que un día (un aciago día) descubrí que una impertinente somnolencia me empezaba a acechar en lo mejor de los brindis, y que el pescuezo se me iba tercamente a un lado sin que pudiera hacer nada para evitarlo … y que ahí sí se me terminaba la noche, prematura y vergonzosamente. Entonces caí en cuenta que el brío de sus 43 grados, como una amante fogosa, estaban arrasando conmigo, y ya fuera por edad, carga laboral o lo que fuera, “la quebranta” quebrantaba en exceso mi cuerpo y alma, a diferencia del grupo de amigos, y me exponía a penosos espectáculos fuera de tiempo y lugar.

Así, tratando de “no perder el paso”, caí primero (¡maldita herejía!) en la hipocresía de la Ginger Ale (el famoso ‘Chilcanito’), traté de dosificar las dosis … e inclusive me obligué a una lucidez a ultranza que me hacía abrir los ojos como alucinado … pero ¡nada! Ya estaba cantado nuestro adios, que dejo sentado en estas páginas, así como mi humilde retorno a los 4 grados de la inocua y refrescante “chelita”.

Y sin embargo, algo me dice que no este un adiós definitivo, y que quizás algún domingo durante el almuerzo o talvez en alguna cena con los amigos, volveré furtivamente a mi riquísimo pisco, subrepticiamente y con máximos cuidados, como quien torna a las puertas de algún amor prohibido cuyas delicias jamás se podrán olvidar.

jueves, 20 de marzo de 2008

¡Ah, Condes de Lemos!

(O de cómo el autor dándoselas de Rilke, Sábato o Vargas Llosa responde un cariñoso E-Mail)

Yo sí creo que Abraham Valdelomar remató su famosa frase de “El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión y el Jirón de la Unión es el Palais Concert” con el rimbombante “Y el Palais Concert soy Yo”. Y por supuesto que me hubiera encantdo verlo entonces, escandalizando la ciudad con su monóculo, sus escarpines y su camisa amarilla, besando sus manos, diciendo eso de «Beso estas manos, que han escrito cosas tan bellas». Es que nadie como él, como Val-del-Omar, el "Conde de Lemos", pudo encarnar a plenitud su idea de despertar a los “espíritus dormidos” jugando con la pacata sociedad limeña de esos tiempos interpretando el personaje que se creo a la medida: el del ‘dandy’ criollo, nuestro Wilde de acá. Ya decía él en su entrevista a José Ingenieros: «Se desvive por hacernos “pose”, ignorando que yo puedo darle lecciones maestras de este mi difícil arte predilecto». Y es que "El Conde" puso en ello la enorme genialidad que le desbordaba ¡Y en tantos campos!. Decía Ribeyro en su ‘Prosa Apátrida’, ‘El Vuelo del poeta’ (parafraseando el título de uno de los cuentos más celebrados de Valdelomar: ’El vuelo de los cóndores’): “Había escrito los cuentos más hermosos del Perú, algunos versos inmortales, novelas audacísimas para su tiempo, piezas de teatro, ensayos y crónicas de una gracia inimitable". Hoy, cuando el Palais Concert no es sino el segundo piso de una aburrida tienda de camisas en la esquina de Jirón de la Unión y Cuzco y todas las poses quedaron atrás, su obra, aunque dispersa, es de lo más glorioso de la literatura peruana. Abraham Valdelomar no sólo fue el primer escritor “profesional” del Perú, el primero en vivir sólo de su pluma, fue el gestor también de la llamada generación ‘Colónida’, por la revista que dirigió y que cambió para siempre la literatura peruana en sus únicos cuatro números. Y tuvo una vida activísima, jamás se escondió el Conde en su castillo: fue Billinghurista militante y marchante, activo agitador universitario, deslumbrante cronista parlamentario y director del Diario “El Peruano”. Y junto a su ‘Snobismo’ vivió paradójicamente su provincianismo como nadie y fue hijo predilecto de su amada Ica y diputado por su departamento.

Y sin embargo (o quizás por eso mismo), nuestro Conde de Lemos sufrió el ataque permanente de los envidiosos e incapaces: “fue zaherido por el concierto destemplado de los mediocres porque —como en los teatros— en la vida se paga por la diferencia” (1) dando pie a “la inquina enemiga, que él alimentó con su inocente desplante, motivando el ensañamiento” (2). “Zambo caucato” le llamaban y denigraban por su origen. “No me perdonan a mí, el gesto altivo y orgulloso, la lógica armonía entre el sueño y la acción, la protesta sonora, por un convencimiento sincero, de la excelencia de nuestra obra literaria”, decía sin falsa modestia en su ‘Exégesis Estética’. Y escribió a un amigo: “Antes de mí, jamás se ocupó el público con mayor vehemencia, ni se discutió tanto, ni se atacó y defendió a escritor alguno”.

Tal estado de cosas, llegó a su punto máximo con motivo de la temprana muerte del autor, a sus ¡apenas 31 años!, un 3 de Noviembre, como hoy que escribo este artículo, hace ya 87 años, en Ayacucho, sede del Congreso Regional del Centro donde había llegado como diputado por Ica. Invitado a una comida de gala, sufrió una aparatosa caída desde un segundo piso al trasponer una puerta a ninguna parte, destrozándose la espina dorsal. (¡¿Cómo no recordar a Miss Orquídea?!) Falleció 2 días después, y según un telegrama enviado al diario ‘La Prensa’ “muriendo 2 y 35 día 3 (en la tarde). Autopsia reveló lesión medular grave, vertebral destruída, dos costillas quebradas, muerte producida pulmonía doble consecuencia, golpe terrible espaldas.” No contentos con esto sus enemigos, incapaces, cobardes, inventaron la infamia que el autor había caído ¡a un silo!, ¡a un pozo ciego!, nuestro ‘Dandy’ ahogado en caca. “¡qué placer para los prestos desagües del comentario zurdo el fino y atildado Valdelomar, el Conde de Lemos, en un silo!” protestaba por la calumnia Manuel Miguel de Priego en 1959 (2). Y sin embargo, por más mala leche e infundios, nada mancha al Conde de Lemos. Abraham Valdelomar esta hoy más vivo que nunca, el ‘Caballero Carmelo’, el ‘Hipocampo de oro’ y ‘Hebaristo, el sauce que murió de amor’, reinan hace tiempo en la conciencia colectiva nacional y los hermosos versos de ‘Tristitia’, que hace unos meses nada más repasaba con mi hijo de 9 años, constituyen “el poema” casi obligado en todas las escuelas primarias.

Por eso, amigo 'Poeta', que tan cariñosa carta me escribe, le presento este hermoso espejo en que mirarse. En estos días de egoísmo e indolencia, en que nos dicen que hay que ser ignorante e incapaz de ponerse en el lugar del otro para ser ‘prácticos’ o ‘ejecutivos’, y donde nos refriegan su vomitivo modelo de “éxito” en una sociedad como la nuestra en la que descarados delincuentes se presentan codo a codo, sonrientes, como nuestros “lideres empresariales”, y en la que un alma sensible y creadora es casi risible, apueste usted a su espíritu noble y creador, que no hay mayor libertad que la que da el cultivar la mente y el corazón, que finalmente nos lleva a un entendimiento cabal de nuestro mundo y nuestras pulsiones; ni peor esclavitud que la que dan la animalización y la ignorancia, que nos vuelven pobres diablos víctimas de cualquier baja pasión, y a los que ningún bien material da ningún lustre.

Así que, aunque no vea muy seguidos por estos días los billetes esos donde aparece reluciente "El Conde de Lemos", y alguna hermosa cabecita hueca haya rechazado su alma y corazón hechos poema frente al atorrante oropel de algún zopenco… rehágase, 'Poeta', y siguiendo el consejo del maestro ‘Macca’, ‘take a sad song and make it better’ y siga entregándonos los tesoros de su hermoso corazón y salga, salga con tizas de colores a pintar nubes de ilusión… porque esto, oiga, esto no es un privilegio, es un Don … y los Dones se comparten, 'Poeta' … aunque nadie nos devuelva el pedazo de corazón que se nos va con ellos.

(1)= Artículo “¡MANOS TAN BELLAS!” Por Víctor Hurtado Oviedo.
(2)= Manuel Miguel de Priego. En Cultura Peruana (Revista Mensual Ilustrada). Año XIX. Lima, junio de 1959. Vol. XIX, N° 132.

Napoleón Chopard

Mal día el de ayer para Martincito. Como el Enola Gay en la canción de O.M.D., de veras “should’ve stayed at home yesterday”, no para no tirar una bomba sobre Hiroshima sino para no “tirarme” una “bombaza”, una de esas “chiquitas” que se vuelven grandotas y que por lo inoportunas y desbandadas terminan malográndonos hasta el día siguiente. Por eso hoy nos hemos quedado en casa, frente a la computadora para variar: releyendo artículos, trascribiendo notas, desenterrando archivos: una docena por lo menos de prosas apátridas ribeyranas, decenas de amagos de “apuntes” (esa especie de bonus track de mi e-book, mi libro electrónico de cuentos que no tiene cuando volverse negro sobre blanco, papel y tinta), y, entre tanta cosa, las cartas de Napoleón: las sentidas, amorosas, amargas y preciosas cartas que desde el frente de batalla enviaba le petit general a doña Josefa de Beauharnais, la Emperatriz Josefina.

A esta altura de la historia mucho es lo que se sabe de la tortuosa y singular relación que mantuvo el corso genial con la alegre y libertina viuda, seis años mayor que él y madre de dos niños, de la cual se prendó y desposó al poco tiempo de conocerla. Muchos se burlaron de él por "pagar por lo que todos obtenían gratis" casándose con ella. Sin embargo el arribista militar provinciano usó muy en su favor su matrimonio con la aburguesada viuda venida a menos al conseguir –por influencia de uno de los ex - amantes de ésta- su nombramiento como general en jefe del ejercito de los Alpes y emprender así su descollante carrera de éxitos militares.

“No le amo, en absoluto; por el contrario, le detesto, -reclama en una de sus cartas Monsieur Bonaparte a doña Josefina- usted es una sin importancia, desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca me escribe; usted no ama a su propio marido; usted sabe qué placeres las letras le dan, pero ¡aun así usted no le ha escrito seis líneas, informales, a las corridas!

¿Qué usted hace todo el día, señora? ¿Cuál es el asunto tan importante que no le deja tiempo para escribir a su amante devoto? ¿Qué afecto sofoca y pone a un lado el amor, el amor tierno y constante amor que usted le prometió? ¿De qué clase maravillosa puede ser, qué nuevo amante reina sobre sus días, y evita darle cualquier atención a su marido? ¡Josefina, tenga cuidado! Una placentera noche, las puertas se abrirán de par en par y allí estaré. (…)Espero dentro de poco tiempo estrujarla entre mis brazos y cubrirla con un millón de besos debajo del ecuador.”

Tal era el amor que profesaba Napoleón a Josefina. Y sin embargo esto no fue óbice para que ella le engañara repetidamente y con varios amantes (como quedó demostrado en las cartas que interceptaron y publicaron diarios ingleses para vergüenza del Emperador). Tampoco para que Napoleón hiciera lo mismo, ni para que años después solicitara el divorcio a Josefina -en una movida que tuvo mucho de política- para casarse con la jovencísima y casta Maria Luisa de Habsburgo (“de Austria” dirían los españoles), emparentándose así el plebeyo militar revolucionario con una de las más tradicionales casas reales europeas. Dicen que en aquella oportunidad Napoleón salió a las afueras de Paris a esperar a su bellísima segunda esposa a quien embarazó casi de inmediato, consiguiendo el heredero que tanto había reclamado a Josefina. Lo que son las cosas, Maria Luisa sin embargo no quiso acompañar al Emperador a sus destierros en Elba y Santa Elena, mientras Josefina agonizaba en Malmasion diciendo: “la primera esposa no hizo derramar una sola lágrima al Emperador”.

Pero Napoleón Bonaparte –por supuesto- es más, muchísimo más que sus correrías románticas. Más allá de su genio militar es también el gran gestor del occidente de nuestros días con la implantación de radicales reformas en el resto de Europa, la dación del Código Civil Napoleónico, base de casi todas las legislaciones occidentales y la instauración de los sistemas administrativo, judicial y educativo que son en esencia hoy en día los mismos que se instauraron durante su mandato. En lo personal, Napoleón me deslumbró en sus impactantes comentarios a “El Príncipe” de Maquiavelo y los rasgos que trascienden hasta nuestros días de una personalidad deslumbrante, una fuerza de la naturaleza que llegó a tener al mundo entero bajo su mando y a crear su propia dinastía. También por su nobleza, derrotado en Waterloo no huyó a América como le sugerían ni se rebajó a una vida de fugitivo sino que se entregó a sus más acérrimos enemigos, los ingleses.

Por eso aquel frío mediodía primaveral en París di un brinco de gusto al ver en el mapa ese que era nuestra Biblia que allí, a una pocas cuadras de la torre Eiffel, cruzando el Campo de Marte, se encontraba el Hospital – Museo Les Invalides, creado por el mismo Napoleón para atender a los heridos de sus campañas militares y espectacular mausoleo ahora del petit general. Teníamos que dirigirnos allí de inmediato.

“Ni hablar”, dijo mi hermano Lucho moviendo la cabeza. Y tenía sus razones: antes de salir de nuestro hotel en la rue Lafayette habíamos preparado muy detallada y puntualmente nuestro itinerario: ya habíamos hecho por dos horas el famoso recorrido del Sena y almorzado en el restaurant Attitude 95, en el “segundo piso” de la torre Eiffel, ahora debíamos dirigirnos a los Campos Elíseos y por la espectacular y súper comercial avenida que corre paralela, llegar hasta el Arco del Triunfo. Él no lo decía, claro, pero el fin que lo animaba a llegar prontamente allí era recorrer las muchísimas perfumerías que sin duda encontraría y seguir preguntando por su fastidioso perfume de marca Chopard como ya lo había hecho por medio Paris sin suerte. ¡Aquel perfume! Habíamos llegado inclusive a la elegantísima sede principal de la afamada joyería – perfumería Chopard en la plaza Vendome, junto al Ritz de Paris (desde donde huyó por última vez de los papparazzis la Princesa Diana) y nada. No había perfumería donde no entrara ni dependiente a quien no preguntara mi hermano por toda la Ciudad Luz y no dábamos con su perfume.

¡Pero teníamos que ver al Emperador! Muchas razones argüí (sobretodo de corte locomotriz en busca de perfumes) y la condición de pagar las entradas … y allá nos fuimos.

Todo valió ese momento: tras bajar unas escaleras circulares allí estaba, bajo luces perfectamente cruzadas la inmensa urna laqueada, como un gigantesco cofre, que había visto tantas veces en fotos y que contenía las cenizas del Emperador, del petit general, del corso genial, repatriadas a Francia en 1840. Ahí el hombre que había increpado a sus generales: “¿Imposible? ¿Qué es eso? ¡Eso no es francés!” El auto – coronado Emperador de Francia.

-¿Y gordito, nos vamos? – la mano de Lucho sobre el hombro. Los campos elíseos. Cientos de perfumerías. El fastidioso perfume de Chopard.

-Espérate, pues compadre … ¿no ves que estoy hablando con el Emperador?

miércoles, 19 de marzo de 2008

El día que Martín Conoció a Baby Schiaffino

Para Don Alfredo, en esta olvidable hora


La penúltima vez que la vi tuvimos una discusión. Una más. Otra de esas horribles discusiones en que se había convertido nuestra amistad. “¡Y para que mierda quiero yo esto, huevón!” me gritó, tirándome a la cara el cd donde le había llevado –emocionado- el e-book de ‘Humillados y Ofendidos’ de Dostoyevsky que acababa de bajar de internet. Pero ya no era ella. Mechones castaños sucios escondían su rostro bellísimo y un olor a vodka y sustancias raras endurecían sus palabras. No, ya no era ella. Ana María Schiaffino, según su flamante DNI, “Baby” según todo el mundo. Y según su bellísimo rostro angelical y sus comerciales de shampoo para niños.

Así la conocí precisamente. “Mira, mira, ahí va la ‘Chica del shampoo’”, me dijo Enrique babeando detrás de sus anteojos enormes la primera vez que la ví: abriéndose paso por la ‘avenida principal’ de la ‘Católica’, sonriendo, el pelo recogido, bella, bella la carita de ángel, blanquísima bajo el sol implacable y los lentes de sol.

-“¡Ah, pero …! ¿Dónde has conseguido ese libro?. ¡No hay más copias en la biblioteca y ya me recorrí todas las librerías de Lima y nada!” – Me regaló su voz sanisidrina un viernes por la tarde en la rotonda de letras mientras releía yo el ‘Informe Sobre Ciegos’ de ‘Sobre Héroes y Tumbas’. Para entonces ya sabía yo que entre otros cursos de ‘cachimbos’ compartíamos el de Lengua1, donde nos habían dejado como asignación la lectura de la novela de Sábato. Le contesté como pude que el libro lo tenía ya hacía algún tiempo, que ya lo había leído y que si quería se lo prestaba. Ella se opuso: no podía perjudicarme así. Si yo aceptaba podíamos revisar el libro juntos y apoyarnos y resolver juntos también la práctica. Podríamos reunirnos hoy mismo en su casa. Claro, perfecto, perfecto.

Y así conocí a Baby. Y así empezamos una amistad entrañable y como ninguna otra que yo haya tenido. Y no sólo leímos ‘Sobre Héroes y Tumbas’, sino también ‘El Túnel’ y ‘Abbadón, el exterminador’, las otras dos novelas de Ernesto Sábato. Y no sólo éstas: recuerdo que nos íbamos a la cafetería de artes (buenazos los ‘triples’) o al “ruso” de ciencias, y comiendo las tortas de chocolates riquísimas haber dado cuenta de “La palabra del mudo” completita (ella lloró con ‘Silvio en el rosedal’ y ‘La juventud en la otra ribera’), buena parte de las ‘Obras Completas’ de García Márquez (que editó su sello ‘Oveja Negra’) y también de las de Borges, contenidas en un libro verde inmenso que me trajo mi padre de la Argentina. Demás está decirles que despertaba la envidia de quienes me veían junto a esa chica bellísima yendo a todos lados. Y demás –creo- está decirles que para entonces estaba yo perdidamente enamorado de Baby Schiaffino.

Un libro impactó especialmente a Baby de todos los que leímos por esos días: ‘Humillados y Ofendidos’ de Dostoyevsky. Recuerdo como sufría en carne propia la pobre las penas de amor que le infligía a Natasha su adorado y egoísta conde Valkonski … y el devoto y resignado amor que le profesaba en cambio el buen Vania. “Ay, Martín … - me abrazaba - ¡Qué pena! ¿Tú podrías querer a alguien así?”

Algún tiempo después, cuando tomamos los cursos de especialización en Comunicaciones, otra asignación universitaria volvió a marcar nuestro camino: debíamos cubrir a modo de reportaje televisivo algún tema de nuestra elección. Hacía poco había leído una nota en ‘Caretas’ sobre la delincuencia en los bajos fondos del Callao y me pareció interesante proponerlo. Tremendo error. Con la ayuda de un amigo periodista, que nos guiaba y empuñando yo la cámara de Baby (que fungía de Reportera) llegamos a la zona de Ruggia y los Barracones. Apenas habíamos hecho un par de ‘tomas’ cuando un puñado de mal vivientes nos rodeó. Los encabezaba un moreno de ojos chispeantes como de nuestra edad. Era el ‘negro calín’, una especie de príncipe veinteañero de aquellas zonas de terror. Hoy sé que a su corta edad era uno de los principales distribuidores de droga de la zona y reputado proxeneta, que a la voz de “no hay hembra imposible, sino mal trabajada” imponía su ley. Se propuso ayudarnos y nos hizo una especie de ‘city tour’ por la zona. Pero en realidad sólo parecía interesado en Baby. Tres días nos tomó filmar el bendito reportaje. Al tercer día por la noche me llamó Baby alarmada: “¡No sabes quien me ha llamado!¡’Calín’!¡Que quiere conversar conmigo sobre no sé que!¡Que confianzudo!¿Qué se habrá creido?” Sí, pues. Todo sonaba medio irreal y no le di importancia. Sin embargo cuando unos días después volví a ver a Baby, ella se refería a ‘Calín’ llamándolo ‘el negro’, y un tiempo después me contó abiertamente que estaba saliendo con él.

Al principio pensé que era una tonta actitud contestataria de niña rica queriendo conocer el otro lado de la vida, pero aquello fue tomando un cariz terrible: a tono con la vida desenfrenada del ‘negro Calín’ empezaron sus desapariciones durante toda la noche y sus padres comenzaron a prohibirle las salidas y consecuentemente ella buscaba cualquier pretexto para escaparse. Empezó a beber y yo empecé a pegarme a ella … a ellos y a convertirme en una especie de chaperón de Baby Schiaffino. Inútil. Los acompañaba durante toda la noche a los lugares más inverosímiles y trataba de defenderla del lugar, de las porquerías que ingería, del maltrato del patán ese, de salvar lo que quedaba en ella de bueno. Muchas veces me lié a golpes con ‘Calín’: cuando la golpeaba, cuando la insultaba, cuando me echaba de los lugares y yo pretendía seguir allí, terco ... Cuando en mi borrachera le suplicaba a Baby irnos y le cantaba en el oido ‘An everlasting love’ de Andy Gibb y un puñetazo de ‘Calín’ me separaba de su lado y se perdían en la noche. “¿Qué tanta huevada, cojudo? ¡Bien que querrías tirarte también a la gringuita!” –Me dijo una vez ‘Calín’. Talvez tenía razón. Pero yo no quería hacerle daño a Baby.

Por aquellos días me ofrecieron practicar en un canal de televisión como redactor de noticias y ayudante del camarógrafo ‘si la comisión lo ameritaba’. Por aquellos días también ocurrió el incidente del Cd y terminé perdiendo contacto con Baby Schiaffino, ya hundida totalmente en el mundo infernal de ‘Calín’ al cual no me dejaban acercarme. Entonces me enfrasqué totalmente en mi trabajo procurando olvidarme de ella. Y a punto estuve de lograrlo ... de no ser por algún viernes por la tarde cuando nos íbamos con los muchachos a la fonda a la vuelta del canal a tomarnos unas cervezas y yo me quedaba en silencio y una lágrima tonta me mojaba la cara. Pero no, no. Yo me la secaba y a otra cosa mariposa porque definitivamente yo tenía como los boxeadores “esa gran capacidad”

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La última vez que vi a Baby Schiaffino estaba tirada en el piso de tierra del antro ese mientras policías y fumones corrían junto a nosotros y los gritos y los tiros al aire lo entreveraban todo. Una bala perdida acababa de destruir lo poco que quedaba de sus pulmones. Raro espectáculo el nuestro en medio de aquel infierno: Yo de rodillas, vistiendo mi escandaloso chaleco de prensa, abrazando a la bellísima y andrajosa niña que se moría en mis brazos. Alguien me contó luego que Baby ya “vivía” prácticamente allí, en el ‘Fuerte Apache’, haciendo no sé que cosas terribles para agenciarse drogas. Había tocado fondo. Había caído demasiado bajo, incluso para el hijo de puta de ‘Calín’ que ya la había abandonado. Maldije ese momento y me maldije a mi mismo por estúpido, porque ni aún allí podía sacarme de la cabeza las citas, las frases hechas. ¡Las palabras, siempre las palabras!... Es que sabía que ella no podía ya decirme nada, sabía que se moría, que se enturbiaba para siempre el celeste de sus ojos… Y sin embargo a través de mis lágrimas, mientras limpiaba inútilmente su carita de ángel, creí ver por un segundo titilar una luz en el cielo de su mirada vacía y sus labios finitos moverse para decirme como Natasha a Vania al final de ‘Humillados y Ofendidos’: “¡Martín, que felices hubiéramos podido ser juntos!”