lunes, 5 de mayo de 2008

Los perros del pantano

La bruja, la madrastra malvada de Blanca Nieves, se acercaba al espejo en brillante technicolor años 40 versión Walt Disney y le preguntaba golosa: “Espejito, espejito … ¿Quien es la más bella?” Tú, mi reina, tú, le contestaba a la doña la cara blanca medio cachosa del espejo mágico, diariamente… hasta el día en que a Blanquita Nieves se le ocurrió crecer, se puso buenísima … y ya conocemos la historia. “Espejito, espejito… ¿Cómo va mi gestión?” Pregunta por estos lares el enano ‘tontín’ a su televisor de lunes a viernes desde las 6 y media hasta las 7 de la mañana y el coro de muertos de hambre responde a una sola voz: Bacán, tío, eres lo máximo, Álvarez una porquería y que siga la maleta y la mermeladaza diaria que hay más espacio para publicidad. Sonríe entonces la menuda cabecita y se siente feliz y realizado con su diálogo de sordos en esta ciudad de sordos, ciegos… y sobre todo mudos, donde hace rato cualquiera hace lo que quiere, se lo bendicen los mototaxistas que se hacen llamar “periodistas” y se lo aplaude nuestra pobre plebe ignorante, dichosa de vivir en una ciudad que es ¡lo máximo, caracho!

Que pica, que rabia y que pena da ver tanta comparsa, tanto silencio cómplice, tanta falta de conciencia en nuestro pueblo y en esa cosa viscosa que quiere llamarse “su prensa”. Y que envidia da ver en cambio dignos ejemplos de organización y movilización social en defensa de sus derechos. Ejemplos como el de los valientes pobladores de La Perla, en el Callao, que se oponen a que les coloquen frente a las narices el colector de la caca de todo Lima. Y es que no quieren que les llenen la vida de mierda, pues. No quieren que les pase lo que pasó al sonriente Chimbote, que de tanta caca que le tiraron le crearon una cordillera fecal submarina allí nomás frente a su turístico malecón, en la tristemente célebre ‘bahía de cacapulco’, donde crecen gordas y felices las riquísimas lisas y se despliegan despreocupados restaurantes y ‘chupodromos’ convenientemente perfumados por el penetrante olor a heces. Y sonríe Chimbote y se mata de risa al ver la humareda asesina de sus plantas pesqueras allí nomás en medio de la ciudad ¡Y que vengan las infecciones respiratorias y los cánceres, carajo! … ¡Si las fábricas dan trabajo! ¡ese es el costo de la modernidad! ¿O que querían? ¿progreso y pulmones limpios? ¡Que tal concha!, dice casi indignado algún imbécil que pretende ser el espíritu encarnado de nuestro ventrudo presidente de la república, que ha tomado la bandera del liberalismo económico más radical y deslenguado y ve perros de hortelano en cualquiera que se oponga a sus remozados ímpetus, a su nueva intolerancia dizque “modernista”, que permite que se construyan edificios de palitroque y se encarcelen sin mayor trámite a ecologistas y universitarios discrepantes.

Algo de esa “modernidad” -su tufillo más ignorantoso- hay en los apuros por destruir los pantanos de Villa María. Demás está recordar la importancia que tiene esta área verde para nuestro súper contaminado Chimbote. No sólo porque constituye un verdadero ‘pulmón’ de nuestra Ciudad sino porque es también el habitat natural de una fauna de garzas, gallinetas y aves migratorias cuya sola contemplación nos reconcilia con la vida misma y nos reencuentra con la naturaleza en medio de esta urbe industriosa y contaminada, sucia y desaforada. Pero no, pues, a que tanto pajarraco… -clama algún animaloide- ¡que venga mejor la modernidad con su veloz autopista de 2 carriles por lado! … ¿no se dan cuenta de su importancia?¿de lo rico que va a ser pasar por esa chacra desolada a toda velocidad? –rebuzna un tipo, al que sólo identificaremos con el apelativo (demasiado revelador, temo) de ‘el apestoso’, desde un par de hojas -que no llegan a la categoría de pasquín- con más errores ortográficos que cuaderno de niño de inicial.

Y nadie quiere aquí hacerle el juego a esos sinvergüenzas que se han llenado los bolsillos creando ONG’s e Instituciones para “defender los pantanos”. Basta ver el resultado de su “esfuerzo”, el destino final de los aportes recibidos: han permitido con su inacción y su desgano la destrucción casi total de los humedales por políticos estúpidos respaldados por una población ignorante y por quienes -como ellos mismos- debieron hacer algo y no hicieron nada.

El tema ecológico en una ciudad tan contaminada como Chimbote, entendamos de una vez por todas, no sólo no es cosa de tomar a broma o a la ligera, debe convocar el mayor de nuestros respetos, lo mejor de nuestra inteligencia, por que en él –literalmente- se nos va la vida.

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-Papi… ¿Y es verdad, como dice la abuelita, que antes - antes la entrada a Chimbote eran puros totorales?

-Claro, hijo -dirás raudo en tu auto, despeinándote casi, el rostro recortado sobre las columnas de humo de las fábricas- y hasta habían una garcitas chiquitas, bonitas… y gallinetas nadando en las lagunas ¡y también gaviotas volando en bandada sobre el río! –sonreirás recordando, emocionado.

-Anda, papi … ¡eso sí que no te lo creo! –te dirá incrédulo y deberás sonrojarte.

Que vergüenza, Dios mío. Que vergüenza.

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