viernes, 25 de abril de 2008

Una falta sin fondo

El pasado 15 de abril nos dolieron ya 70 años del mundo sin Vallejo. Se murió a los 46 años un viernes santo a las 9 y 20 de la mañana, no un jueves como ‘tenía ya el recuerdo’ pero sí con aguacero. Y se murió sin que los médicos supieran bien porqué, como constó en el parte clínico. Luego confirmaron que se murió de miseria, de pobreza: de aquella que le hizo rebrotar un paludismo de 20 o 25 años atrás, dada su debilidad extrema.

Y ya vivía de ilegal entonces en París de donde había sido expulsado por indeseable, por comunista, e intentaba infructuosamente (pese al éxito editorial de su “Rusia en 1931”) que su editor en Madrid le publicara algún otro ensayo periodístico o alguna de esas obras de teatro “comprometido” que escribía, pero nada: hasta su hermoso ‘Paco Yunque’, hecho a pedido, había sido rechazado “por ser muy triste”. Y sin embargo sería esta etapa de hambre y miseria en la que su irredimible espíritu poético escribiría esas maravillas de la literatura universal que conformarían luego sus “Poemas humanos” y su precioso canto revolucionario: “España, aparta de mí este cáliz”, pero "A qué escribir poemas” -decía Vallejo- “¿Para qué y para quién? ¿Para el cajón? Ya no puedo más con tanto cajón. . . "

Y así se fue Vallejo, ‘El cholo’ Vallejo, "El más grande poeta universal después de Dante" según el crítico norteamericano Thomas Merton, con la mitad de su obra poética a ser publicada póstumamente y a quien el Perú conoció en toda su dimensión recién veinte años después de su muerte gracias a la difusión que de él hiciera el poeta francés André Coyné, ex – amante de César Moro. Así se fue Vallejo y descansó por fin de su “incomodidad”, de su “agudo malestar” –como recordaría su viuda Georgette- del deseo permanente de hacer algo por aliviar “los problemas que más atormentan a la humanidad avasallada y sufrida”.

Él mismo reconoció que fue tempranamente, a sus 19 años, al conseguir un puesto de oficinista en la hacienda azucarera ‘Roma’, que el contacto con el sufrimiento de los más de 4000 peones que allí desfallecían en semi esclavitud, hizo germinar en él el deseo de luchar por los desposeídos del mundo, por los que más sufren. Y es precisamente por este “agudo malestar” que le castigan la vida y el Perú, el Perú y la vida. Porque Vallejo sufre por los que menos tienen y sufre él mismo ese destino.

Punto importante en la larga cadena de injusticias que forma su vida se da en 1920, cuando es encarcelado por 112 días acusado falsamente de incendiario, dada su temprana fama provinciana de ‘contestatario’, cargo que lo marcaría para siempre y del que fue “revindicado” recién en setiembre del año pasado por el vallejiano Dr. Francisco Távara, Presidente de la Corte Suprema.

Y estas injusticias también alcanzaron su obra literaria que fue increíblemente maltratada por el círculo literario limeño. Clemente Palma, entonces el crítico más importante, que ya había calificado de mamarracho el poema “El poeta a su amada” lo ninguneó y ridiculizó a su antojo: "¿Ud. cree señor Vallejo que colocar una imbecilidad encima de otra es hacer poesía? Mejor olvide la poesía", le dice sin tapujos el autor de ‘Los ojos de Lina’ al más grande poeta de nuestra historia. Pese a todo Vallejo consiguió publicar en 1919, su “Los Heraldos Negros”, después de esperar en vano ¡un año! por el prólogo de Valdelomar (¡Que pasó, ‘Conde?). Y a la aparición de su magistral ‘Trilce’ (llamado así según algunos por los 3 soles que costaba su impresión y según otros por un juego fonético entre TRIste y duLCE), el desatinado comentario de Luis Alberto Sánchez: “¿Porqué Vallejo ha escrito ‘Trilce’?. ha lanzado un libro incomprensible y estrambótico. Pero ¿por qué habrá escrito ‘Trilce’ Vallejo?”, aunque no sorprende tamaña grosería en quien fue tan cabal desconocedor de la literatura.

¡70 años han pasado ya desde Vallejo! El ejemplo máximo del poeta triste y depresivo: “Nunca he visto un hombre que pareciera más triste” dice Ciro Alegría, su alumno de primaria en su hermoso “El César Vallejo que yo conocí” y que sin embargo es recordado por sus ‘patas’ de la bohemia trujillana, Antenor Orrego y Juan Espejo, como “bromista y juguetón, como un niño”. 70 años del hombre que según un cuento de Bryce fue dibujado por Picasso no porque era su amigo sino por su “cara rara”, su rostro andino tan diferente al de todos esos europeos. 70 años del hombre que inspiró los epígrafes de “El reposo del guerrero” de Christiané Rochefort y de Sábato en ‘Abaddón el exterminador”, del que inspiró a Wim Wenders en el cine y hasta a U2 en la música. 70 años en suma del hombre que con toda la rabia y tristeza contenida, nos dijo para siempre que si vence al fin la injusticia:

niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Y es que aunque han pasado ya 70 años, aquí, hoy y ahora frente a este teclado rebelde … ¡Poeta, nos haces una falta sin fondo!

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