Tengo un amigo … o perdón, esa es una categoría temeraria en este caso … así que recomenzaré diciendo: conozco a una persona -a quien identificaré en adelante como “J”- protagonista de una historia que suelo contar como ejemplo de como entienden algunos “la amistad”
Pues bien, para entrar en tema diremos que ya la pasaba mal “J” cuando ocurrió la anécdota que nos ocupa. Mal económicamente, diría él: sin oficio que desempeñar ni beneficio que disfrutar iba dando tumbos por la vida prendiéndose de cualquier cachuelo que le permitiera salvar el día. Pero si le iba mal económicamente aquello no desesperaba al buen “J”: “en cambio me va muy bien ‘socialmente’” decía con la voz de elefantito estreñido que le adorna, y con eso se refería al triste papel de ‘animador de borracheras’ “finas” que tenía como ocupación principal: esponja humana del conocimiento ajeno, chismoso de primera, maletero de temer, se ganaba la “huasca” contando a sus “amigos” (el grupo de empresarios que lo “contrataba” como payaso) las cosas que no sabía, los chistes que con aplicación memorizaba, la desgracia real o inventada (pero con seguridad aumentada) de la honra ajena. Y era un vacilón su vida, se decía, gozando de lo lindo con sus “amigos” .
Bueno, pues, dice el tango que “contra el destino nadie la talla” y siguiendo las vicisitudes de la vida le cupo a “J” hacerse de una obligación mayor. Sí, señores, el buen “J” se casaba. Y se casó. Y tuvo un hijo. Los memoriosos recuerdan que en las noches que siguieron contó un millón de chistes, aprendió e intercaló en sus conversaciones las últimas técnicas de submarinismo y lo más reciente del mundo financiero, disertó sobre física cuántica, la papisa Juana y el ‘equilibrio de Nash’, dio, allí ante el corro de sus “amigos” que rodeaban whiskys, gines y vodkas, discursos magistrales sobre literatura escandinava, los mundiales de fútbol y lo ultimito de la política internacional … pero nada: la satisfacción que le daba el entretener a sus “amigos” en esas noches tan ricamente rociadas sólo duraban eso, aquel momento. La sonrisa de “J” se volvía una línea recta en su cara al volver a casa, al volver a ver la mano estirada de su esposa, al escuchar nuevamente las palabras leche, pañales, almuerzo … ¡que no se vive del aire, haragán de mierda!
No tuvo, pues, más salida “J” que buscar trabajo, traicionando sus “principios”, como me confesó él mismo. Como “J” no era tonto recordó el viejo adagio que conoce muy bien el mongólico de la administración pública chimbotana: “El que tiene padrino se bautiza” , así que restregándose las manos acudió donde su ‘patazazaza’, “R”, el hijo de un muy importante armador pesquero que le daría trabajo sí o sí … ¿No habían compartido tantas noches de tertulia juntos? ¿No era su pata del alma?.
El aire acondicionado tan frío hizo carraspear a “J” más que los nervios y allí, delante de un capuchino con su chocolatito más que le trajo una secretaria bellísima le contó a “R” que estaba jodido, hermano, que lo ayudara, que le diera una chambita, que iba a ser su hombre de confianza, sus ojos.
“R” miró seriamente esta vez a “J”, sacudió la cabeza y su mirada se llenó de una lástima insondable, de un cansancio anterior a los tiempos. Suspiró y por fin habló:
-“J” … “Jotita” …. ¿Cómo me puedes pedir eso? –dijo y de pronto la indolencia se volvió maldad:- ¡Yo no te puedo dar trabajo!: ¡Nosotros somos amigos! –y agregó desde la ruma de sus millones al pobre “J” que no tenía donde caerse muerto:- ¡NOSOTROS TENEMOS QUE CRECER JUNTOS!- sonriendo ahora, feliz, generoso.
“J”, que todavía no había almorzado, se quedó de una pieza, pasmado ante tal revelación… Y ante lo que cualquiera hubiera optado por una dignísima retirada con mentada de madre incluida, él opto por ponerse de pie y estirar los brazos suplicando un abrazo, llorando casi. Gracias, gracias, hermano: no lo había visto así ¡Por eso era su pata del alma, por eso lo quería tanto, caray!.
Y desde entonces esa ha sido la última vez que “J” ha molestado a sus importantes “amigos” con temas tan pedestres y simplones como la ayuda, el apoyo y la solidaridad. Y allí va él, a salto de mata, haciendo magia para alimentar a su familia … sin descuidar a sus adorados “amigos”, esperando con expectativa la llegada de sus cumpleaños y la de sus hijos para pedir un préstamo y esmerarse con un regalo… total para eso nos tiene a sus “menos” amigos (me incluyo). Y ya vendrá su gran momento, piensa entusiasmado, arrinconado en una esquina de esa fiesta a la que le han permitido ir para contar algunos chistes y los últimos chismes, ya encontrará su lámpara maravillosa y “crecerá” a la altura de sus “amigos”, sueña: Bárbara Eden brotando de una botella de chela. Cualquier rato, gordito.
2 comentarios:
...Y somos nosotros quien aún le damos vida,le damos pie a que siga soñando y crea aún ser lo que no es. Cuanto hubieran cambiado las cosas si dejaba aquella vez que T, le rompiera la cabeza a martillazos. Estoy seguro que nadie se hubiera compadecido de J; por el contrario, el incidente hubiera causado más risas que lastima, pero solo asi se iba a dar cta que es solo una comparsa y que aun le falta mucho para ganarse el respeto, que es la base principal para una verdadera amistad.
hermano,sì te dije la vez pasada que me gustò la historia de Baby S.
pero esta historia,es la del gordo J.?????. yo creo que si verdad?
me gusto mucho. Bueno quiero felicitarte por esta historia está muy bonita y te llega. Casi me pongo a llorar. en serio.sigue asi. y llegaràs muy lejos.
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