Yo te conocí, claro, el mismo día que conocí a Mariana ¿recuerdas? Ella estaba en sus quince o dieciséis, flaquita, guapísima, naricita respingada al aire y esas maneritas que le daban un aire de agrandada para su edad. Tú tendrías ¿doce?¿trece? Y eras la amiguita pequeña que ella llevaba a todas partes. Sí, a todas partes porque en esos meses que anduvimos de enamorados con Mariana creo que estuviste presente en cada visita a la fuente de soda y al cine y en cada caminata por el malecón. Claro, claro, amor de chibolitos, matinées, juramentos vanos y copas D’onofrio al por mayor… Hasta que Mariana partió al extranjero con sus padres, yo viaje a Lima poco después a seguir mis estudios universitarios y no volví a saber de ti.
Por eso me sorprendió y me dio mucho gusto ver tu solicitud de amistad en el Facebook hace unos meses. Te recordaba como una adolescente toda pecas y trenzas y allí estabas en tu foto como una señora joven muy guapa y sofisticada, viviendo ahora en el extranjero. Vancouver nada menos. Nueva vida, nueva ciudad, nuevos amigos, un matrimonio fallido y una hijita idéntica a ti.
Tú ya sabes como es mi nota en el Facebook: tipo blog. No escribo estados sino “posteo”, lo lleno todo de enlaces y videos y copio todo lo que me parece interesante de todos lados. Tú tampoco te quedas atrás, ah. Pero no con los links sino con las aplicaciones: pregúntale a la tía tal, la frase de cual, o tu futuro según Dios sabe quien.
Fue bacán por eso que desde el primer día empezaras a comentar mis fotos y enlaces y a poner tus “me gusta” a todos mis videos, y también que me mandaras mensajes directos largazos contándome tu vida, haciéndome recordar tantas cosas de la loca de la Mariana que sí, pues, se notaba que había sido una influencia importantísima en tu vida.
Y bacán fue sin duda haber seguido así por meses. Yo ya me había acostumbrado a encontrar un montón de notificaciones tuyas al abrir el Facebook y no te miento si te digo que empecé a volverme adicto a eso: a tus comentarios en absolutamente todo lo que yo afirmaba, a saber tu opinión sobre las canciones que enlazaba, a saber que te ponías triste conmigo o te alegrabas por las cosas que me pasaban… y sobretodo quedé atrapado en tus guiños y “emoticones” y en tus Hahaha! que me hacían imaginar una risa hermosa y cantarina que lo llenaba todo. Y ¿sabes? empecé a disfrutar el vagabundear por tu perfil, pasarme horas viendo tus fotos, aprendiendo de ti, imaginando tus maneras, tu soledad en la casa inmensa frente a un lago en que vivías y en la quedabas triste cada vez que tu hija se iba con su padre.
Por todo eso debe haber sido que ese viernes que volví tarde a mi propia casa vacía, después de unos tragos en el centro con los amigos, fui directo a enviarte ese mensaje largísimo en el que te decía de una vez por todas que sí, pues, que me encantaba saber de ti, que estaba loco por todo lo que tenía que ver contigo y con tu carita preciosa y que rogaba por el milagro que algún día, algún día nuestras vidas, nuestras soledades, se encontraran, mi amor.
Al día siguiente, tan pronto recordé el mensaje, corrí a leerlo y allí estaba: largísimo y confesional. Pero ya, ya está, ya se lo dije, pensé. Tres, cuatro días pasaron sin tener noticias de ti… y cuando ya estaba convencido de la estupidez que había cometido recibí aquel mensaje tuyo.
Que te disculpara, empezaste diciendo, por esos días en que no había tenido noticias tuyas, es que habías estado súper recargada de trabajo y viajando, pero que aquello te había servido para ganarte unos días de vacaciones. Y claro, claro, habías leído el mensaje… y definitivamente yo era un tontito ¿No lo había notado nunca? ¿No sabía que desde aquellos lejanos tiempos de Mariana había sido tu amor platónico? ¿Qué todo este contacto epistolar/feisbuquero reciente había revivido esa incipiente llama adolescente? ¿¡No me daba cuenta que estabas loca de amor por mí!? No había nada más que decir, el próximo mes, durante la semana de vacaciones que habías conseguido, viajarías de vuelta al Perú para encontrarnos, para estar juntos por fin, mi vida.
El mes que transcurrió desde entonces fue de lo mejor: nos enviábamos varias veces al día mensajes súper románticos y enlaces a las canciones más empalagosas que encontrábamos… y planificábamos todo lo que haríamos en tu semana de vacaciones. Viajaríamos, claro, y compartiríamos todo ese montononón de cosas que nuestro amor nos reclamaba. Sería el comienzo de una vida. Juntos.
Por eso, aquel día que llegaste de regreso luego de casi 20 años fui a verte a casa de tus padres como habíamos acordado, presto para una velada súper romántica. Y sin embargo fue el mirarnos directamente a los ojos lo que nos hizo darnos cuenta de lo absurdo de la situación.
Las fotos del Facebook dicen mucho pero son simplemente eso: fotos. Y las rayitas y puntitos simplifican mucho la conversación pero no dicen nada. ¿Qué hacía yo allí frente a esa señora tan guapa a la que casi no conocía? ¿Podría decirte “me gusta” y salir corriendo? Otro tanto te pasaba a ti, lo sé, porque bajaste los ojos avergonzada y casi no dijiste palabra mientras conversaba con tus padres. ¿Y ustedes, no iban a salir? Preguntó finalmente tu madre. La verdad es que no queríamos quedarnos solos. Y así seguimos en el restaurante de carnes y en la Discoteca, callados, mirándonos apenas, haciendo sólo referencias de vez en cuando a Mariana y a aquel tiempo lejano que no tenía nada que hacer con nuestro presente… hasta que me dijiste que habías visto a unos amigos que ibas a saludar “un ratito” y volvías. Casi te lo agradecí, de verdad, sobretodo cuando pasó media hora, una hora, y comprobé aliviado que no volverías más.
Y sin embargo ahora pienso que fue una pena que todo haya acabado así: contigo cortando abruptamente tus vacaciones y volviendo a tu casa enorme frente al lago y borrándome del Facebook como si así pudieras borrarme de tu vida. Por eso te escribo estas líneas que quizás te llegue a enviar, no lo sé… Finalmente ¿No crees como dice alguna de las aplicaciones esas con las que llenabas tu perfil que “los viejos amores nunca se olvidan”? Yo por mi parte cada vez estoy más convencido que, tal como me dijo Mariana mientras me acariciaba el rostro la última tarde en que nos vimos, anunciando que se iría para siempre de mi vida, el amor cuando es verdadero no desaparece, vive para siempre contigo en algún rinconcito de tu corazón.
Por eso me sorprendió y me dio mucho gusto ver tu solicitud de amistad en el Facebook hace unos meses. Te recordaba como una adolescente toda pecas y trenzas y allí estabas en tu foto como una señora joven muy guapa y sofisticada, viviendo ahora en el extranjero. Vancouver nada menos. Nueva vida, nueva ciudad, nuevos amigos, un matrimonio fallido y una hijita idéntica a ti.
Tú ya sabes como es mi nota en el Facebook: tipo blog. No escribo estados sino “posteo”, lo lleno todo de enlaces y videos y copio todo lo que me parece interesante de todos lados. Tú tampoco te quedas atrás, ah. Pero no con los links sino con las aplicaciones: pregúntale a la tía tal, la frase de cual, o tu futuro según Dios sabe quien.
Fue bacán por eso que desde el primer día empezaras a comentar mis fotos y enlaces y a poner tus “me gusta” a todos mis videos, y también que me mandaras mensajes directos largazos contándome tu vida, haciéndome recordar tantas cosas de la loca de la Mariana que sí, pues, se notaba que había sido una influencia importantísima en tu vida.
Y bacán fue sin duda haber seguido así por meses. Yo ya me había acostumbrado a encontrar un montón de notificaciones tuyas al abrir el Facebook y no te miento si te digo que empecé a volverme adicto a eso: a tus comentarios en absolutamente todo lo que yo afirmaba, a saber tu opinión sobre las canciones que enlazaba, a saber que te ponías triste conmigo o te alegrabas por las cosas que me pasaban… y sobretodo quedé atrapado en tus guiños y “emoticones” y en tus Hahaha! que me hacían imaginar una risa hermosa y cantarina que lo llenaba todo. Y ¿sabes? empecé a disfrutar el vagabundear por tu perfil, pasarme horas viendo tus fotos, aprendiendo de ti, imaginando tus maneras, tu soledad en la casa inmensa frente a un lago en que vivías y en la quedabas triste cada vez que tu hija se iba con su padre.
Por todo eso debe haber sido que ese viernes que volví tarde a mi propia casa vacía, después de unos tragos en el centro con los amigos, fui directo a enviarte ese mensaje largísimo en el que te decía de una vez por todas que sí, pues, que me encantaba saber de ti, que estaba loco por todo lo que tenía que ver contigo y con tu carita preciosa y que rogaba por el milagro que algún día, algún día nuestras vidas, nuestras soledades, se encontraran, mi amor.
Al día siguiente, tan pronto recordé el mensaje, corrí a leerlo y allí estaba: largísimo y confesional. Pero ya, ya está, ya se lo dije, pensé. Tres, cuatro días pasaron sin tener noticias de ti… y cuando ya estaba convencido de la estupidez que había cometido recibí aquel mensaje tuyo.
Que te disculpara, empezaste diciendo, por esos días en que no había tenido noticias tuyas, es que habías estado súper recargada de trabajo y viajando, pero que aquello te había servido para ganarte unos días de vacaciones. Y claro, claro, habías leído el mensaje… y definitivamente yo era un tontito ¿No lo había notado nunca? ¿No sabía que desde aquellos lejanos tiempos de Mariana había sido tu amor platónico? ¿Qué todo este contacto epistolar/feisbuquero reciente había revivido esa incipiente llama adolescente? ¿¡No me daba cuenta que estabas loca de amor por mí!? No había nada más que decir, el próximo mes, durante la semana de vacaciones que habías conseguido, viajarías de vuelta al Perú para encontrarnos, para estar juntos por fin, mi vida.
El mes que transcurrió desde entonces fue de lo mejor: nos enviábamos varias veces al día mensajes súper románticos y enlaces a las canciones más empalagosas que encontrábamos… y planificábamos todo lo que haríamos en tu semana de vacaciones. Viajaríamos, claro, y compartiríamos todo ese montononón de cosas que nuestro amor nos reclamaba. Sería el comienzo de una vida. Juntos.
Por eso, aquel día que llegaste de regreso luego de casi 20 años fui a verte a casa de tus padres como habíamos acordado, presto para una velada súper romántica. Y sin embargo fue el mirarnos directamente a los ojos lo que nos hizo darnos cuenta de lo absurdo de la situación.
Las fotos del Facebook dicen mucho pero son simplemente eso: fotos. Y las rayitas y puntitos simplifican mucho la conversación pero no dicen nada. ¿Qué hacía yo allí frente a esa señora tan guapa a la que casi no conocía? ¿Podría decirte “me gusta” y salir corriendo? Otro tanto te pasaba a ti, lo sé, porque bajaste los ojos avergonzada y casi no dijiste palabra mientras conversaba con tus padres. ¿Y ustedes, no iban a salir? Preguntó finalmente tu madre. La verdad es que no queríamos quedarnos solos. Y así seguimos en el restaurante de carnes y en la Discoteca, callados, mirándonos apenas, haciendo sólo referencias de vez en cuando a Mariana y a aquel tiempo lejano que no tenía nada que hacer con nuestro presente… hasta que me dijiste que habías visto a unos amigos que ibas a saludar “un ratito” y volvías. Casi te lo agradecí, de verdad, sobretodo cuando pasó media hora, una hora, y comprobé aliviado que no volverías más.
Y sin embargo ahora pienso que fue una pena que todo haya acabado así: contigo cortando abruptamente tus vacaciones y volviendo a tu casa enorme frente al lago y borrándome del Facebook como si así pudieras borrarme de tu vida. Por eso te escribo estas líneas que quizás te llegue a enviar, no lo sé… Finalmente ¿No crees como dice alguna de las aplicaciones esas con las que llenabas tu perfil que “los viejos amores nunca se olvidan”? Yo por mi parte cada vez estoy más convencido que, tal como me dijo Mariana mientras me acariciaba el rostro la última tarde en que nos vimos, anunciando que se iría para siempre de mi vida, el amor cuando es verdadero no desaparece, vive para siempre contigo en algún rinconcito de tu corazón.
7 comentarios:
Buena historia como siempre, pero, no es absurdo que no teniendo mucho que compartir y no queriendo estar a solas vayan a una discoteca precisamente? Creo que hasta el restaurante de carnes estaba bien. O sea en la vida real una pareja que la está pasando como tu describes, pienso que lo último que quisieran es seguirla y menos en una discoteca. Por lo demás, muy buen ritmo gordito, ese ritmo que te hace leer la historia de corrido. Me atrapó, muy buen post.
Es que fueron en busca de unos tragos para "empilarse"... Jajaja. Buena observación. Gracias por el comentario.
yo pense..uy no que roche ir a la discoteca y ahora que hacemos bailamos? hablamos? recuerdo haber pasado por eso en un par de citas y la musica es tan alta que nisiquiera puedes hablar y lo mejor es decir..sabes que; me acaban de llamar de mi casa y pucha me tengo que ir, lo siento mucho, despues de te llamo...jaja; pero asi pasa no? por eso a mi me sorprende estos amores que empiezan en un chat y que a veces siguen por años, esa es solo una excepción a la regla... pero Tiito dejame decirte que solo tu puedes hacer una historia tan interesante a partir de esta red social a la cual todos vivimos agarrados ultimamente; me encanta el titulo: Ya no te gusta! claro,uno tiene como 200 amigos a los cuales les comentas en las fotos y aplicas el me gusta y en realidad solo hablas regularmente con 20? es decir ciberneticamente se es muy popular pero en la vida real sera igual?..ja.. Muchas gracias por compartirnos estas historias !! ...Muy buen post ! TQMMMMM
Hola :
Me parece bonita lo que acabo de leer,tu como siempre romanticon.
Besitos.
Laly
Hola;
Permíteme presentarme soy Juan administrador de un directorio de blogs, visité tu blog y está genial, me encantaría contar con tu blog en mi sitio Web y así mis visitas puedan visitarlo también.
Si estas de acuerdo no dudes en escribirme a: morenojm22@gmail.com
Éxitos con tu blog.
Un cordial saludo
Juan
Lei todo, me gustola forma en que cuentas como sucedieron las cosas, es algo interesante y al leer parece como si fuera a tener otro final, pero vaya si que hay muchas sorpresas...
Mi querido Robertito te pasaste muy original para escribir una historia tan apasionante, te juro que las lineas me atraparon a una lectra corrida; como dice luchito, felicidades tienes una prosa excelente.
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