Ayer me volví a acordar de la cándida Eréndira: aquella pobre niña que en la increíble y triste historia de García Márquez es obligada a prostituirse a miles y miles de hombres por su abuela desalmada. Luego de años de esclavitud a manos de esa horrenda mujer (uno de los personajes más perversos de la literatura universal), Eréndira es ayudada a escapar por Ulises, un eterno enamorado de ella. Al verse libre, Eréndira corre y corre, huyendo ya no de la abuela ahora muerta sino de todo y todos, también de Ulises, en busca de su (verdadera) libertad.
Ayer volví también a comprobar como la vida puede torcernos el alma para siempre.
Por diversas razones, conozco de hola y chau a una de esas chicas que con mil eufemismos llamamos en Chimbote “amiguitas”, “compañeritas de viaje” y otras cositas más para no decir prostitutas: chicas lindas caídas de la gracia (económica y/o “moral”) de la vida que con el “préstame” por delante y el sudor de sus jóvenes caderas pagan sus gustos y obligaciones. Conozco a la niña en mención, decía, pero no de los fragores de algún encuentro pélvico (que, la verdad, antojan sus apetitosas carnes) sino más bien de las referencias de ‘amigos comunes’, que me contaron tempranamente de su blanda moral y su cuerpo 'durito'. Estos mismos amigos me hicieron saber, también, que la nena había ingresado a trabajar recientemente a la oficina local de una empresa de telefonía celular. Todo un ascenso en la vida, pensé luego, cuando me visitó y convenció para la compra de un equipo. Lamentablemente, aunque el trato amable y una sonrisa que parece natural son su carta de presentación, es indudable que no ha perdido las costumbres de puta.
Su profesional zalamería para la venta desaparece de golpe una vez terminada la transacción (¡que pase el siguiente!) y la atención que uno espera para resolver una consulta o atender, ¡señorita, por favor!, algún justo reclamo, es sencillamente inexistente… y ni se te ocurra llamar al teléfono que antes te molestaba día y noche porque como buena rentista A-1 del amor mercenario sencillamente atiende a quien quiere y cuando quiere. ¡La manía “comercial” que se le ha pegado!
Ayer volví también a comprobar como la vida puede torcernos el alma para siempre.
Por diversas razones, conozco de hola y chau a una de esas chicas que con mil eufemismos llamamos en Chimbote “amiguitas”, “compañeritas de viaje” y otras cositas más para no decir prostitutas: chicas lindas caídas de la gracia (económica y/o “moral”) de la vida que con el “préstame” por delante y el sudor de sus jóvenes caderas pagan sus gustos y obligaciones. Conozco a la niña en mención, decía, pero no de los fragores de algún encuentro pélvico (que, la verdad, antojan sus apetitosas carnes) sino más bien de las referencias de ‘amigos comunes’, que me contaron tempranamente de su blanda moral y su cuerpo 'durito'. Estos mismos amigos me hicieron saber, también, que la nena había ingresado a trabajar recientemente a la oficina local de una empresa de telefonía celular. Todo un ascenso en la vida, pensé luego, cuando me visitó y convenció para la compra de un equipo. Lamentablemente, aunque el trato amable y una sonrisa que parece natural son su carta de presentación, es indudable que no ha perdido las costumbres de puta.
Su profesional zalamería para la venta desaparece de golpe una vez terminada la transacción (¡que pase el siguiente!) y la atención que uno espera para resolver una consulta o atender, ¡señorita, por favor!, algún justo reclamo, es sencillamente inexistente… y ni se te ocurra llamar al teléfono que antes te molestaba día y noche porque como buena rentista A-1 del amor mercenario sencillamente atiende a quien quiere y cuando quiere. ¡La manía “comercial” que se le ha pegado!
La verdad, yo no sé que hace en esa Empresa, quizá algún estúpido desprevenido, encandilado con sus maneras de cortesana del mercado modelo, tenga que ver con su permanencia en ella (ya se sabe que la imbecilidad y el puterío juegan en pared), pero mucho cuidado, mucho cuidado con la atención a sus clientes … alguna señora o señorita ejecutiva haga algo, por favor, no vaya a ser que como en el cuento de ‘Gabo’ nuestra ‘putica’ también salga huyendo sin mirar atrás… pero cargando con equipos y dinero en efectivo.