martes, 8 de julio de 2008

Eréndiras de la vida

Ayer me volví a acordar de la cándida Eréndira: aquella pobre niña que en la increíble y triste historia de García Márquez es obligada a prostituirse a miles y miles de hombres por su abuela desalmada. Luego de años de esclavitud a manos de esa horrenda mujer (uno de los personajes más perversos de la literatura universal), Eréndira es ayudada a escapar por Ulises, un eterno enamorado de ella. Al verse libre, Eréndira corre y corre, huyendo ya no de la abuela ahora muerta sino de todo y todos, también de Ulises, en busca de su (verdadera) libertad.

Ayer volví también a comprobar como la vida puede torcernos el alma para siempre.

Por diversas razones, conozco de hola y chau a una de esas chicas que con mil eufemismos llamamos en Chimbote “amiguitas”, “compañeritas de viaje” y otras cositas más para no decir prostitutas: chicas lindas caídas de la gracia (económica y/o “moral”) de la vida que con el “préstame” por delante y el sudor de sus jóvenes caderas pagan sus gustos y obligaciones. Conozco a la niña en mención, decía, pero no de los fragores de algún encuentro pélvico (que, la verdad, antojan sus apetitosas carnes) sino más bien de las referencias de ‘amigos comunes’, que me contaron tempranamente de su blanda moral y su cuerpo 'durito'. Estos mismos amigos me hicieron saber, también, que la nena había ingresado a trabajar recientemente a la oficina local de una empresa de telefonía celular. Todo un ascenso en la vida, pensé luego, cuando me visitó y convenció para la compra de un equipo. Lamentablemente, aunque el trato amable y una sonrisa que parece natural son su carta de presentación, es indudable que no ha perdido las costumbres de puta.

Su profesional zalamería para la venta desaparece de golpe una vez terminada la transacción (¡que pase el siguiente!) y la atención que uno espera para resolver una consulta o atender, ¡señorita, por favor!, algún justo reclamo, es sencillamente inexistente… y ni se te ocurra llamar al teléfono que antes te molestaba día y noche porque como buena rentista A-1 del amor mercenario sencillamente atiende a quien quiere y cuando quiere. ¡La manía “comercial” que se le ha pegado!
La verdad, yo no sé que hace en esa Empresa, quizá algún estúpido desprevenido, encandilado con sus maneras de cortesana del mercado modelo, tenga que ver con su permanencia en ella (ya se sabe que la imbecilidad y el puterío juegan en pared), pero mucho cuidado, mucho cuidado con la atención a sus clientes … alguna señora o señorita ejecutiva haga algo, por favor, no vaya a ser que como en el cuento de ‘Gabo’ nuestra ‘putica’ también salga huyendo sin mirar atrás… pero cargando con equipos y dinero en efectivo.

martes, 1 de julio de 2008

Tu nombre me hace daño

Desde el lejano 1872, cuando Juan Gilberto Meiggs trazó junto a su hermano Henry el plano de lo que sería la futura ciudad de Chimbote en los terrenos que había comprado 2 años antes por 200,00 soles, la amplia calle allí señalada como su vía principal, la llamada ‘Alameda’ (visionariamente diseñada con 80 metros de ancho que sorprendieron al mismísimo Raymondi), bautizada luego como ’Alameda Pardo’ y finalmente ‘Avenida Pardo’ en memoria del presidente José Pardo y Barreda, quien nos reconoció la categoría de Distrito, ésta, nuestra calle más importante, ha constituido siempre un punto de referencia obligado y motivo de remembranza y nostalgia para todo chimbotano, y podríamos decir sin dudas que sus amplias calles han sido la escenografía principal de nuestra corta historia. La Avenida Pardo cobija no sólo a la Plaza de Armas y la Iglesia de San Pedrito sino que allí también se llevaron a cabo las primeras ferias en honor del santo Patrón y hoy en día siguen siendo el lugar donde se reúne nuestra población para celebrar las fiestas patronales y las de la patria, y ningún desfile o pasacalle puede llamarse importante sino recorre alguna de sus más de 60 cuadras, que la convierten en la única Avenida inter - distrital de nuestra Provincia.

¿A que, pues, tanto desamor con nuestra Avenida?¿Por qué además de llenarla de basura y “huecos”, de focos quemados y hierba mala se pretende cambiar su nombre, quebrar su chimbotanísima esencia y borrar su historia así como si nada?

Su desamparo viene de siempre, como todo en Chimbote, pero el gran descalabro se dio en 1979, cuando tras la muerte del ilustrísimo hijo de Trujillo, noble varón y caballero, don Víctor Raúl Haya de la Torre, padre putativo del ‘apra’ (grupo humano ideológicamente arropado por la genialísima teoría de ‘las 5 puntas’) y autor intelectual de los desgobiernos de don Alan García Pérez, algún zamarro alcalde, de esos que nos suele endilgar el partido liberteño (y que acostumbran desfilar uno a uno por Cambio Puente), no tuvo mejor idea que ¡claro! cambiar el nombre de nuestra Avenida Pardo por el del dueño de sus desvelos ¡faltaba más! Y así como un día le falló el litio a don Alan y decidió estatizar la banca, así Chimbote amaneció un día sintiéndose más huérfano que de costumbre, más satelital que nunca, y supo que, al igual que los muchos Macondos que lo rodean, le habían regalado de golpe su propia y particular calle Víctor Raúl. ¡Y nada menos que su Avenida principal!

(Y en ese punto muchos nos preguntamos entonces a que debíamos semejante honor. Y sobretodo porque re - bautizar a nuestra principal vía con el nombre del sujeto de marras. ¿Recordaríamos al valiente luchador social perseguido por Odría o al que -todo sea por el “poder”- se unió a él en la relación contra-natura esa del APRA – UNO?¿al político honrado o al mantenido del narco traficante Carlos Lamberg? ¿al presidente de la asamblea constituyente de 1979 o al que “la firmó” ¡milagro del Señor! venciendo al rigor mortis?, en fin ¿recordaríamos al ‘machazo’ que encabezó la revolución de Trujillo o al descocado “Lucy” que junto a André Coyné levantaba ‘fletes’ en bares de ambiente? No nos quedó claro la verdad. Como tampoco nos queda muy claro hoy en día por que en su tierra natal no cambian el nombre de alguna calle importante por el su hijo predilecto, Don Víctor Raúl. ¿Por qué será, no? ¿Y porque nosotros sí lo aceptamos, ah? … ¡Ah, claro, por eso!)

17 años tuvieron que pasar y en 1996 el APRA dejó la Municipalidad Provincial del Santa y la cordura volvió a nuestra comuna y la Av. Pardo volvió a su nombre original ... eventualmente porque, tras los primeros gobiernos de Guzmán Aguirre, el otro … congénere de Haya de la Torre, el coqueto Estuardo Díaz volvió a cambiarle el nombre a nuestra Avenida, y aunque la actual administración haya corregido sus desmanes y la Avenida Pardo sea hoy en día nuevamente la Avenida Pardo, una sombra siniestra acecha a los chimbotanos y la probabilidad que la imbecilidad y el latrocinio vuelvan a regir el destino de Chimbote y nuestra principal arteria vuelva llenarse de delincuentes y maricones al influjo de algún epónimo mentor no parece muy distante.

Es un tema espinoso el de los nombres de las calles en nuestra Ciudad y en él -más que en cualquier otro- nos damos cuenta de cómo y cuanto le faltan chimbotanos a Chimbote: mientras seguimos esperando algún reconocimiento de parte de la Comuna al Padre de la Educación chimbotana, Don Carlos Salazar Romero, o a don Pedrito Nolasco, el llamado “primer poblador de Chimbote”, y está fresca aún en nuestra memoria toda la resistencia que hubo para agregar al nombre del “estadio olímpico (sic) municipal” el de nuestro deportista más destacado, Don Manuel Rivera Sánchez, vemos sin embargo que existe toda una urbanización denominada “Banchero”, cuando el aporte de dicho personaje a nuestra tierra es más que discutible.
Así estamos en Chimbote, y en este estado de cosas a Martincito no le cabe duda que dos “engreídos” de esta página, el ubicuo ‘Mongólico’ y su tutor, el verdadero “lobo vestido de cordero”, el nefasto ‘Anti-Cristo’, deben estar ya ideando como proponer a nuestras ‘lobotomizadas’ autoridades nuevos nombres para nuestras calles y Avenidas: “La Avenida del Olluco”, sería una de ellas, sin duda, brindando justo homenaje a los tubérculos andinos o “El jirón del Árabe”, por supuesto, en reconocimiento del importantísimo aporte morisco a nuestra tierra. Es que ellos… ellos son así, pues.